América Latina: El crecimiento y el impacto de las Nuevas Tecnologías

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Dr. Alejandro Lafluf

Por Alejandro Lafluf.- El crecimiento depende fuertemente del empleo. Y los avances tecnológicos actuales – robots,  aplicaciones, automatización, ordenadores, respuestas programadas, drones, impresoras 3D, etc – están amenazando con destruir el empleo existente en varios sectores de la economía. Se dirá que las nuevas tecnologías siempre destruyeron empleo y generaron, a un mismo tiempo, nuevos puestos de trabajo. Es cierto, pero hoy los avances tecnológicos presentan tres características nuevas que los distinguen de los anteriores y que lo cambian todo.
En efecto, la velocidad, la flexibilidad y la profundidad de los avances tecnológicos actuales constituyen una cuestión inédita de efectos potencialmente devastadores. Esta nueva realidad nos interpela y nos exige hacer algo al respecto – so pena de afectar el empleo de millones de personas y comprometer seriamente el crecimiento de nuestras economías-.
Características de los Avances tecnológicos: Velocidad, Flexibilidad y Profundidad.
La velocidad que han adquirido los avances tecnológicos – alentada básicamente por un tema de costos: la inversión en un robot, por ejemplo, se repaga en apenas un año y medio – es  impresionante.  El problema con la velocidad de la tecnología no radica en la destrucción de empleo – que avanza también a la misma velocidad –  sino en que la creación de empleo, que portan consigo esas nuevas tecnologías, no avanza a la misma velocidad, lo que genera un desfasaje dramático. En la década del ´80, en USA, la tecnología generó solo el 9% de los nuevos empleos – puestos de trabajo que no existían -; sin embargo en la década siguiente, en los ´90, la tecnología creó solo el 4% del nuevo empleo y en la década posterior, en los 2000, apenas el 0.5%.
La situación se agrava porque la tecnología no solo es más veloz sino que también es más flexible y por lo tanto ahora también puede ser incorporada por las pequeñas y medianas empresas ampliando así su impacto destructivo – que ya no solo afectará a las grandes empresas sino también a las pymes -.
Por último, la profundidad de los avances tecnológicos implica que éstos no solo afectan a los sectores tradicionales (agro, industria y comercio) sino que también ahora afectan a los servicios. El problema es el siguiente: cuando los avances tecnológicos afectaron el Agro, la gente migró hacia el Comercio y  la Industria; cuando los avances tecnológicos afectaron a estos sectores, la gente migró hacia los Servicios. El problema actual es que ahora los avances tecnológicos capturan también a los Servicios (restaurants, profesiones liberales, transporte, estudios jurídicos, salud, gastronomía, tareas administrativas, artes visuales, laboratorios, dentistas, periodismo, limpieza, call centers, educación, etc, etc) y por tanto como dice la canción “¿cómo huir cuando no quedan islas donde naufragar? En breve: si los avances tecnológicos destruyen empleo en todos los sectores de la economía entonces tenemos un problema estructural muy serio que debemos afrontar con la misma seriedad y responsabilidad.
Consecuencias de los avances tecnológicos: el impacto sobre el salario, la jornada de trabajo y el empleo.
En USA las personas que trabajan en sectores no automatizables ganan un 60% más que las personas que trabajan en sectores robotizables. En USA la jornada laboral ya se redujo un 10% y en Francia un 35%. Sin embargo, el impacto sobre el salario en los sectores afectados por los avances tecnológicos y la reducción de la jornada laboral son apenas los primeros síntomas del escenario que se avecina. Los avances tecnológicos no se detendrán y continuarán hasta que los empleos sean totalmente sustituidos por estas nuevas tecnologías. En los países desarrollados la mitad de los puestos de trabajo se encuentran amenazados por esta nueva realidad. En América Latina la amenaza es aún mayor. Las dos terceras partes del empleo puede llegar a desaparecer en los próximos 20 años como consecuencia de los avances tecnológicos mencionados.
Estos avances tendrán una respuesta sistémica – vinculada con la esencia del Sistema capitalista – pero dado que esta respuesta sistémica genera ganadores y perdedores será necesario además diseñar una respuesta social, política y cultural (educativa).
La reacción sistémica frente a los avances tecnológicos.
Los avances tecnológicos de ningún modo pondrán en jaque al sistema capitalista y ello porque los avances tecnológicos actuales constituyen una prueba incontestable de la vigencia del Sistema. Los avances tecnológicos –  a pesar de su velocidad, flexibilidad y profundidad – no alterarán la esencia del Sistema porque básicamente constituyen su expresión más auténtica. En pocas palabras: los avances tecnológicos no pueden comprometer la dinámica capitalista cuando su propia existencia responde a esa misma dinámica. Ahora bien, esto no significa que los avances tecnológicos no tengan un fuerte impacto sobre esa dinámica. Lo que ocurre es que ese mismo impacto genera una reacción sistémica que lleva las cosas a un nuevo nivel de complejidad capaz de absorber el impacto destructivo de las nuevas tecnologías y estabilizar nuevamente el Sistema. Esta dinámica es la que Schumpeter ha denominado precisamente como “Destrucción creativa[1]. Así los emprendedores se encargarán de sustituir los viejos productos, las viejas empresas, las viejas materias primas, las viejas competencias, los viejos modelos de negocios, los viejos instrumentos financieros y los viejos mercados por nuevos productos, nuevas empresas, nuevas fuentes de materias primas, nuevas competencias, nuevos modelos de negocios, nuevos instrumentos financieros y nuevos mercados.
La tecnología no solo destruye sino que complejiza las relaciones económicas. Si las relaciones se complejizan y aparecen nuevos bienes y nuevas necesidades (más sofisticadas) entonces la ecuación fundamental entre oferta y demanda tiende a estabilizarse y con ella el empleo. Por esta razón la reacción natural del sistema debe ser ambientada y promovida políticamente. Los emprendedores son la clave de este proceso y por ello deben contar con todos los incentivos y apoyos desde el sistema político (exoneraciones, becas, acceso al crédito, etc).
La respuesta social y política frente a los avances tecnológicos.
La reacción sistémica estabiliza las cosas en el largo plazo. Pero en el corto y mediano plazo el impacto de los avances tecnológicos genera ganadores y perdedores lo que reclama una respuesta social y política. El trabajador (cuyo empleo será sustituido) se aferrará como es natural a su puesto de trabajo. Y lo hará hasta el final. La responsabilidad última sin embargo no es suya sino que recae principalmente en los Sindicatos, en los Empresarios y en el Gobierno. La destrucción de empleo, como consecuencia de los avances tecnológicos, reclama así una responsabilidad social y política ineludible. Debe existir un esfuerzo y una estrategia coordinada que involucre a Sindicatos, Empresas y  Gobiernos dirigida a resolver esta cuestión a los efectos de mitigar su impacto y elaborar alternativas viables que eviten que los empleos se destruyan sin más.
Negar el problema y bloquear las nuevas tecnologías para que no destruyan puestos de trabajo es una necedad. Y lo es porque el mercado elegirá aquellos productos y servicios más baratos o más sofisticados  – como consecuencia de las nuevas tecnologías –  que desplazarán a los productos y servicios más caros o menos sofisticados (viejos) que no la incorporen. La solución por tanto no pasa por negar el problema. Por el contrario, el camino pasa por reconocer el problema y enfocarnos en los perdedores del proceso de sustitución tecnológica transformando el paradigma laboral vigente con relación a los puestos de trabajos que serán destruidos (“automatizados”).
Volvamos al concepto de destrucción creativa. Schumpeter nos dice que luego de la destrucción de empleo sobrevendrá la creación de empleo de la mano de los nuevos emprendedores. Sin embargo, lo cierto es que entre la destrucción y la creación hay un tiempo de transición que nos obliga a preguntarnos qué hacemos con los perdedores durante ese proceso de transición, es decir, qué hacemos con los trabajadores cuyos empleos serán destruidos hasta que sean finalmente reabsorbidos por la creación de nuevos puestos de trabajo. Tenemos que contar con una estrategia para ese proceso de transición (!). Y podemos hacerlo porque la velocidad de la tecnología nos permite saber hacia dónde se dirige y por tanto podemos anticiparnos  a las consecuencias de esa futura pero cierta destrucción para crear nuevos empleos o transformarlos. La tecnología impactará primero sobre el salario pero luego de forma inevitable impactará directamente sobre el propio empleo haciéndolo desaparecer. La única respuesta racional es flexibilizar el paradigma laboral para todos aquellos puestos que serán destruidos por las nuevas tecnologías. Estos sectores deberán necesariamente flexibilizarse. Y no por razones neoliberales sino por razones de sobrevivencia que permitan amortiguar ese impacto y reacomodar y reubicar a esos trabajadores en nuevos puestos de trabajo. Se requerirá un nuevo Derecho Laboral, más dinámico, que flexibilice los paradigmas que rigen actualmente las relaciones laborales (categorización, polivalencia, etc). Pablo Regent lo expresa bien “Los sindicatos (agrego: conjuntamente con las empresas y los gobiernos) deben incorporar en su agenda (no solo en su plataforma) los sectores que serán objeto de sustitución y automatización tecnológica para adoptar medidas que vayan reduciendo año a año estos porcentajes”[2].  Mi estimado lector el cajero del supermercado desaparecerá. Es nuestra responsabilidad diseñar una estrategia para que la persona que desempeña esa función tenga una alternativa – que incluirá o no su permanencia en la empresa -. Tenemos 20 años para hacerlo pero tenemos que empezar ya.
La respuesta cultural frente a los avances tecnológicos.
Rifkin se equivoca[3]. El futuro no es el ocio. El ocio es la madre de todos los vicios. La tecnología nos libera de la naturaleza pero si no llenamos esos espacios con Cultura la consecuencia no será el ocio sino la pobreza. La clave es la Cultura porque la creatividad no se puede automatizar, la innovación no se puede automatizar, la originalidad no se puede automatizar. En breve: La inteligencia, la imaginación, los valores, las emociones y todo lo que nos define como seres humanos  no se puede automatizar – y por lo mismo, no se puede sustituir-.
La respuesta, frente al avasallamiento de lo tecnológico, como consecuencia de la Globalización, también tiene que ser cultural. ¿Por qué? Porque la técnica puede ser muy poderosa pero siempre estará al servicio de la Cultura. La técnica no supone la adaptación del hombre al medio sino la adaptación del medio al hombre – como enseñaba Ortega y Gasset[4] -. La técnica busca transformar el medio para adaptarlo a nuestras  necesidades vitales. Ahora bien, estas necesidades vitales no coinciden con las necesidades biológicas, sino que las trascienden. El hombre no se empeña solo en estar en el mundo sino en “estar bien” (bienestar) en el mundo y por tanto “lo superfluo”  será siempre humanamente necesario. La función de la técnica no es otra que la de posibilitar la realización de un proyecto cultural, de un programa vital. Si la técnica se desconecta de la Cultura se convierte en Tecnicismo pero ese tecnicismo solo es problemático si falla el proyecto cultural – el tecnicismo solo prospera en la tierra del “ensimisamiento”, del “vacío de sentido”, del “hombre masa” carente de un proyecto vital -. Si contamos con un proyecto cultural, educativo y vital potente entonces la técnica no podrá hacernos daño. No estoy diciendo que debamos negarnos u oponernos a los avances tecnológicos. Lo que digo es que debemos tener en claro como sociedad qué tecnología  necesitamos para vivir  y para eso es indispensable contar con un proyecto de vida cultural  – porque la tecnología que necesitamos depende enteramente de nuestro proyecto de vida cultural- .
La respuesta educativa frente a los avances tecnológicos.
La vinculación entre el impacto de las nuevas tecnologías y la educación ya ha sido estudiado y medido. Su vinculación con la Educación es asombrosa. Si una persona solo completó Primaria entonces tiene 60% de riesgo de no contar con un empleo en el futuro o de perder el que ya tiene. Si terminó la Secundaria el riesgo es de 50%. Si terminó la Universidad el riesgo baja a 27% y si culminó sus estudios de Postgrado el riesgo es apenas del 18%. En los países de la OCDE el riesgo global de los estudiantes robotizables es del 18% mientras que en América Latina es del 58%[5].
Conforme a lo expresado la Educación es clave. Y lo es porque los avances tecnológicos requieren del desarrollo de nuevas competencias basadas en la ciencia, en la tecnología, en la electrónica, en las matemáticas y en las “habilidades blandas” – inteligencia social, emocional, comunicacional y lingüística-. Por estas razones es imprescindible avanzar hacia una Revolución de Sentido en nuestro sistema educativo que permita resolver esta delicada cuestión potenciando a nuestros jóvenes para que se aboquen a sentidos valiosos, útiles y dignos evitando que se involucren en vocaciones y profesiones inexistentes o en vías de extinción (Véase del autor “América Latina: Hacia una Revolución de Sentido”).
 
Referencias:
[1] Joseph A. Schumpeter, Capitalismo Socialismo y Democracia (1942)
[2] Regent, Pablo Decano del IEEM Escuela de Negocios Universidad de Montevideo. Tecnología vs Personas ¿El fin de nuestros puestos trabajos? 12 de abril de 2016.
[3] Rifkin, Jeremy. The End of Work. The decline of the global labor force and the dawn of the Post-market Era (1995).
[4] Ortega y Gasset, José. Meditación sobre la Técnica y otros ensayos sobre Ciencia y Filosofía. Revista de Occidente en Alianza Editorial (1933).
[5] Ignacio Munyo, Director del IEEM, Tecnología vs Personas ¿El fin de nuestros puestos de trabajo? 12 de abril de 2016.