Aquí falló todo porque las instituciones de salud están hechas para proteger la vida y no para que adentro de ellas atenten locos criminales durante años. El MSP niega el ingreso de tecnología de punta a instituciones con el argumento de que antes debe comprobar que no dañan, sin embargo es incapaz de detectar asesinos sueltos en la salud, como recordó un lector de El País.
El dolor de decenas de familias que ya saben que sus parientes fueron asesinados en una sala no merece que se hiciera un hipócrita show mediático, politiquero, donde con cámaras y móviles satelitales el ministro Venegas “de improviso” llegue a la casa de las víctimas a expresar solidaridad. Un poco más de pudor ante tanto horror y tanta negligencia para evitar los crímenes no vendría mal.
¿Fueron hechos aislados? No. Un caso, dos, tres lo hubieran sido, pero una cadena de asesinatos en serie, durante años, no son hechos aislados. Si así lo fueran se podría decir que son difíciles de prever, pero la comprobación de que existían denuncias previas desde hace meses, y que el jefe médico y la de enfermería pidieran el traslado de uno de los enfermeros por sospechas demuestran, además, que hubo omisión para parar a tiempo la locura, y eso costó vidas.
Los asesinos tuvieron durante años piedra libre para matar por inoperancia del sistema que no los frenó a tiempo.
Ante tanta atrocidad hasta ahora nadie ha hecho un acto de asunción de responsabilidades. El ministro dice que se enteró de muchas cosas que lo preocuparon de boca de las hijas de las víctimas sobre el funcionamiento del Hospital Maciel. Necesitó que le contaran las víctimas cómo funciona un hospital que está bajo su responsabilidad política e institucional. La falta de conocimiento sumada a la soberbia resulta una pócima peligrosa.
En otros tiempos, cuando había dignidad política y personal un ministro no resistía aunque no fuera autor material de los hechos denunciados. Hubo uno, hace años, que renunció cuando le mostraron una factura de confitería pagada con dinero público para una fiesta privada. Nadie había muerto ni sido lastimado, pero la dignidad de ser responsable por omisión era parte del honor político y más que ello personal. Alcanzó un kilo de masitas.
Este episodio es el más trágico que se recuerde en la salud y en Uruguay. Ocurría mientras una funcionaria lo denunciaba y nadie la escuchaba. Ocurría mientras las muertes se disparaban y nadie se preguntaba porqué. El ministro se enteró en un aeropuerto y adujo que no tenía conocimiento. No tenerlo es muy grave cuando ya se había denunciado y más grave luego de conocido es no tener dignidad política.