Quién lo iba a a decir, Europa se construye en serio por la parte dura: la economía. Esta apuesta de la Unión por las finanzas españolas no deja de ser un aldabonazo al refuerzo del euro como una realidad “irreversible”. Al menos parece que esa es la voluntad.
El Presidente del Gobierno del Reino de España compareció en una rueda de prensa. Mariano Rajoy quiso hacer patente que la línea de crédito de cien mil millones de euros (como límite máximo) era fruto del reconocimiento de las decisiones tomadas durante estos cinco meses de ejercicio del ejecutivo que han generado un clima de credibilidad entre nuestros socios, los otros países y las instituciones internacionales, ya sean continentales o globales. En efecto, la Dirección de Rajoy ha acudido a políticas de restricción del gasto público en todas las administraciones y el desarrollo de un presupuesto austero. De otro lado, la segunda pata de las reformas vino representada por las estructurales, no todas desplegadas todavía, entre las que destaca la de la legislación en materia laboral. Quedaba pendiente la renovación y actualización en profundidad del sistema financiero, aunque ya se habían tomado algunas medidas de calado. Este sector en España es paradójico,en teoría más de dos terceras partes del mismo está formado por entidades solventes; sin embargo la tercera parte adolece de problemas severos arrastrados desde hace años y sobre los que no se intervino cuando procedieron a ello en otras naciones y de aquellos polvos vienen estos lodos. Todo esto dicho con cautela, habida cuenta que se está pendiente del resultado del trabajo de los supervisores contratados por la autoridad. Desde luego los “agujeros negros” del sistema son: Bankia, Novagalicia, Catalunya Caixa y Banco de Valencia, todas bajo en control del Estado. Otras entidades expuestas serían Unim, Caja España-Duero, Banca Cívica, Cajatres y puede que Caja Mare Nostrum.
La cantidad comprometida no entra en colisión con las previsiones del FMI cifradas en cuarenta mil millones y es que las autoridades comunitarias han querido desplegar un guarismo alto en este contexto a la vista de hipotéticos escenarios negativos ante los cuales este volumen monetario sería suficiente para responder en cualquier contingencia. En todo caso, el proscenio que se desvela después de la decisión del Eurogrupo a instancias de la gobernación Española descubre la realidad de la inspección y verificación constante de las firmas por parte de los autoridades comunitarias; no obstante la operación no conlleva, a día de hoy, conditionality macroeconómica o fiscal.
Hace tiempo que los medios de comunicación internacionales trasladan la desconfianza de los mercados sobre el ramo financiero español, el Portavoz de la CDU recomendó que los gobernantes del país solicitasen la redención del sector. Recientemente el G7 se fijó en la cuestión por lo que pudiera suponer esta situación para el resto de las economías europeas.
Mariano Rajoy respondió entonces volviendo a abundar en la defensa de su programa de ajustes para, a continuación, requerir a Bruselas la exploración de remedios que eviten el síncope de la sección financiera sector en España, cuya credibilidad económica se encontraba abiertamente en entredicho. Rajoy quiso demostrar que está dispuesto a trabajar en equipo pero con el reconocimiento a sus acciones y al peso de la nación en la comunidad económica y política del viejo continente. La cosa, en principio, le ha salido bien y en buena medida se debe achacar a la reputación reformista que se procuró y a la imagen de una patria seria que logró imprimir.
Pero el político gallego tuvo mucho que bregar, verbigracia después de la reunión del grupo de los siete se desataron los rumores y las indiscreciones, cuando no abiertas manifestaciones de incontinencias verbales. El Financial Times, pongo por caso, se lanzó a la piscina en varias ocasiones colaborando, aún más, a la ceremonia de la confusión. Otra polémica se desató entorno a la cifra de moneda europea necesaria para liberar a la parte de los negocios financieros comprometidos, las cifras de los unos y los otros se sumaron al desenfreno y las especulaciones variaron entre cuarenta mil millones hasta doscientos mil y más.
Lo cierto es que el Jefe del Gobierno Español antes que aventurarse en el piélago de las suposiciones dejó claro que en el ejercicio de su responsabilidad sólo hablaría de números cuando tuviera sobre la mesa los datos del FMI y de los auditores. Todo esto sin dejar de trasladar su malestar por las irresponsables actuaciones púbicas de algunos que debieran haber sido guardianes de la prudencia, el tacto, la mesura, sensatez y tino.