Luis Arias Argüelles-Meres ha escrito un excelente artículo publicado en La Nueva España (13 de agosto de 2009) donde señala “Besullo y la casa de los siete balcones. El hijo más notable de este pueblo no sólo la inmortalizó con la obra que lleva este título, sino que se identificó con ella hasta el extremo de convertirla en su apellido literario. Para Alejandro Rodríguez Álvarez la casona era suya, y, sobre todo, él se sentía de la casona, aunque no nació en ella donde estaba radicada la escuela, sino en otra casa del pueblo. Pero, en todo caso, ahí está uno de los hitos de su producción teatral. Es ciertamente, un logro poético que una edificación tan asturiana forme parte de la nómina de la mejor literatura dramática del siglo XX. Y es también, a no dudarlo, una forma de universalizar algo tan genuinamente nuestro”.
Decimos nosotros que tanta historia no se puede perder. Se asegura que el ayuntamiento de Cangas del Narcea intentó recuperarla pero que los actuales propietarios no llegaron a un acuerdo con las autoridades, aunque otros aseguran que el problema es que Cangas del Narcea no puede afrontar una obra de estas características, máxime tratándose de un edificio de propiedad privada.
Triste y lamentable que el monumento más representativo de uno de los grandes de las letras hispanoamericanas no sea recuperado como merece.
Lejos ha quedado el impulso del ex alcalde de Cangas del Narcea, José Manuel Martínez quien junto a Manuel Rodríguez Blanco, apoyaron la difusión de la obra cinematográfica de Casona con la presentación de algunas de sus películas en 2010, que sirvió para que muchos se enteraran que el genial dramaturgo también había incursionado en el cine donde realizó el guión de varias de sus obras famosas como, Ceniza al viento (1942), Nuestra Natacha (1944), María Celeste (1945), La barca sin pescador (1950), Los árboles mueren de pie (1951), entre otras que se rodaron en Argentina.
Independientemente sus obras teatrales fueron llevadas al cine en México, con títulos memorables como La dama del alba (1950), protagonizada por Marga López y La tercera palabra (1955), con el recordado Pedro Infante como protagonista.
La gente del pueblo y los parroquianos de los bares hablan con admiración de su ilustre coterráneo que más allá de su exilio nunca se olvidó de su tierra la cual siempre estuvo presente en sus obras.
El genial autor asturiano que tuvo a sus pies el público en los escenarios más importantes del mundo- sus obras fueron traducidas a varios idiomas-hoy no tiene quien reconstruya la casa de los siete balcones en Besullo, su pueblo natal en Asturias.
R.V.