Una surrealista historia sobre "Amy Martin" que no parece creíble

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El culebrón de la desconocida articulista Amy Martin, que escribía para la Fundación Ideas del PSOE, pero que desde el “anonimato” se embolsó la suma de 50.000 euros y provocó el despido del director de dicha Fundación, Carlos Mulas, alcanza ahora el límite del absurdo al aparecer la ex mujer de Mulas como la columnista fantasma.
No es una broma, pero si Irene Zoe Alameda, escritora y ex esposa de Mulas, buscaba promoción para su próxima novela, está en el camino de lograrlo, a través de su seudónimo “Amy Martin”.
Las declaraciones de la mujer, lejos de alejar sospechas las incrementa al pensar que el público creerá sus surrealistas explicaciones.
La historia parte de una denuncia del periódico EL MUNDO de Madrid que descubrió que la llamada Amy Martin que firmaba los artículos en las publicaciones de la Fundación Ideas-que dirigía su marido-no existía. Para colmo, cuando Carlos Mulas trató de aclarar la situación dijo algo totalmente contrario a lo que dice su ex mujer y ahora amiga, Irene Zoe Alameda, (a) Amy Martin. Mulas expresó en su defensa algo que lo condena: “Creo que Amy Martin es una analista política, yo sólo la he visto una vez”. La vio pero no reconoció que era su expareja.
Irene Zoe Alameda cuenta una historia fantástica sobre lo que para ella sería la verdad del asunto: En 2009, separada sentimental y físicamente de Carlos Mulas y a sabiendas de que la Fundación Ideas buscaba colaboradores para la sección Global Observer que publicaran artículos multidisciplinares y originales tanto en inglés como en español, tomé la decisión de ponerme en contacto con la Fundación que él dirigía y de hacerme pasar por Amy Martin para ofrecer mis servicios como autora. El nombre de Amy Martin lo elegí por coincidir con el de una conocida de mis años de estudios en Nueva York, la cual era muy activa en las plataformas progresistas y a la que fortuitamente había vuelto a encontrar en una de las reuniones de la Clinton Global Iniciative, en la que participaban miembros del Center for American Progress y la Fundación Ideas, y donde se gestó el proyecto de un “observatorio online”. En semejante contexto, la personalidad de Amy Martin encontró su espacio.
Ni siquiera se cuestiona en el lío que podría haber colocado a la real Amy Martin. Pero lo surrealista no termina allí, luego hay más de la increíble y atropellada explicación donde el propio Mulas le tendría que pedir que no le ayudara más a hundirlo. La escritora agrega: Amy fue enviando artículos que gustaron y recibió un contrato (en el que el Departamento de Comunicación de Ideas fijó las tarifas) y la petición de que emitiera facturas con IVA, algo imposible para una autora norteamericana. De ahí que mi agente literaria emitiera las facturas de los trabajos que yo estaba publicando con el pseudónimo inventado.
A lo largo de los más de dos años en los que colaboré con Ideas, incluso mantuve conversaciones telefónicas con miembros de la Fundación en las que encarné a Amy Martin, y llegué a dotarle de rostro para ilustrar un libro en el cual ella participó de forma activa como analista político y como «negra» de algunos otros autores.
Los servicios de Amy para la Fundación consistían en la elaboración de textos base sobre los temas que le iban encargando a través del Departamento de Comunicación, textos que más tarde, matizados, publicarían otras personas con sus nombres; y consistían sobre todo en la escritura de artículos rigurosos, tanto en inglés como en español, sobre temas relacionados con la iniciativa Progreso Global, dentro de la cual se enmarcaba el área web de Global Observer: pobreza y cambio climático, igualdad de género y política económica internacional. La colaboración fue un éxito porque Amy Martin proporcionaba, en dos idiomas, un punto de vista peculiar sobre temas diversos y transculturales, lo cual permitía a la web de la Fundación ofrecer lecturas interesantes más allá de los temas exclusivamente nacionales.

Como al pasar la joven escritora aprovecha para hacerle publicidad a su próxima novela de la cual adelanta su temática: Confieso que desde muy atrás, conforme yo escribía entre 2004 y 2011 la novela Warla Alkman, de inminente publicación con la editorial Edhasa, venía gestando el proyecto de poner en práctica lo que se narra en la novela: la existencia de una autora (Adda Weinstein en la novela), de la cual sólo se conocen el nombre y las obras, pero de la que no hay rastro, protegida su identidad por su agente literaria.
Irónica y trágicamente, la trama de Warla Alkman remeda la historia que estoy viviendo en estos momentos: un espía, Fracques o “Fracas”, a las órdenes de un hombre poderoso, trata de desvelar la verdadera identidad de Adda Weinstein (en la vida “real” léase Amy Martin), puntualiza la autora.
En su comunicado para defender a Mulas, Irene Zoe Alameda/Amy Martin, trata de aclarar pero oscurece más el tema y sin conocimiento de causa de lo que es la verdadera profesión periodistica la desvaloriza y la bastardea con una frase que merece la reprobación por su temeraria definición: “no puedo decir más que hoy en día, para cualquiera con una buena formación, interés y tiempo para investigar, la generación de artículos de opinión en múltiples áreas es una tarea asequible”. Imperdonable definición.
Esto me recuerda a una escritora latinoamericana, con el prestigio bien ganado sobre la base de sus grandes novelas y que no necesita del escándalo para trascender, contó que luego de la presentación de un libro que acababa de lanzar, se le acercó un afamado médico cardiólogo que le felicitó por la nueva novela y le confesó con una sonrisa en los labios: “Me encanta la literatura, apenas termine mi trámites para jubilarme, comenzaré a escribir libros” y la autora le respondió: “Yo también cuando me jubile como escritora me voy a dedicar a ejercer la medicina”.
R.C. (firmo así para que no me conozcan y no me roben la idea para una novela que estoy escribiendo)

1 Comentario

  1. Realmente es una vergüenza que hable de este triste personaje que lo único que busca es promocionar su próximo libraco. Se ex sabía perfectamente quien era ella la que escribía. Todo es increíble.

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