La opinión de UPyD: La peor corrupción que sufre España: ETA

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En el décimo aniversario del asesinato de Joxeba Pagazaurtundúa, su hermana Maite ha escrito un artículo en el que retrata a su asesino. Es ilustrativo contemplar cómo alguien puede estar tan lleno de odio, pero el testimonio de Maite va más allá. Refleja cómo ese odio feroz tenía perfecto encaje en un ambiente social y político que, lejos de rechazarlo, lo acogía, lo potenciaba y lo elevaba a la categoría de argumento político. Y aún da un paso más: describe cómo algunos personajes de entonces, siniestras piezas del engranaje terrorista, ocupan hoy puestos de responsabilidad en la administración vasca.
El artículo de Maite deja dos frases definitivas, dos frases cuyo efecto sólo se puede evitar fingiendo que no se han leído: “Actualmente, y como hace diez años, Bildu gobierna el ayuntamiento de Andoain. La viuda, los hijos, los hermanos y la madre de Joxeba Pagazaurtundúa no viven ya en el País Vasco”. Son dos hechos expuestos con sencillez. El primero, puede que haya quien trate de discutirlo, diciendo que Bildu no es la antigua Batasuna. El que diga eso estará mintiendo. Los datos que Maite expone en su breve artículo demuestran que son lo mismo.
Recientemente, ETA ha comenzado a montar otro de sus tinglados políticos vergonzosamente legalizados: Sortu. En sus soflamas (ellos les llaman ‘ponencias’), se han permitido referirse a UPyD como un partido “ultra” y “neofascista”. Todos los afiliados de UPyD que actúan en la calle o en redes sociales identificándose como tales, han recibido más de una vez semejantes insultos. Están acostumbrados. Suelen venir de pobres víctimas del sistema educativo español que no saben qué es el fascismo, y que, por su carencia de pensamiento crítico son presas del sectarismo paleoizquierdista (y en ocasiones, del servilismo progubernamental). Éstos, son más dignos de lástima que otra cosa.
Pero Sortu (o Bildu, o Amaiur…) no son lo mismo. Igualmente ignorantes, tienen detrás a una banda armada de asesinos. Durante décadas, si alguien era señalado como fascista (¡o como español!) por ese submundo, significaba que estaba marcado. Joxeba Pagaza y todos los que murieron o fueron heridos estaban marcados antes del tiro en la nuca o la bomba lapa. Todos habían recibido la estrella de David con la que los nazis distinguían a los judíos en el gueto de Varsovia, en los campos de exterminio, en todos los lugares donde lograron extender su terror. Se suele abusar de las comparaciones con el nazismo. No es el caso. ETA es tan totalitaria como el partido nazi. Afortunadamente, nunca han sido tan hegemónicos. Al menos, hasta ahora.
Imagine el lector que recibe una amenaza de alguien que sabe que trabaja para la mafia. Imagine que se queja y que alguien le dice que no, que la mafia ya no mata, aunque conserve las armas. ¿Se quedaría muy tranquilo? Bien, pues esto es lo que está ocurriendo. Cuando hace apenas unos días, el diputado autonómico Gorka Maneiro defendió la libertad lingüística contra el apartheid que quiere implantar Bildu, al regresar a su escaño tuvo que escuchar cómo le llamaban falangista. Gorka y todos los miembros de UPyD que viven o actúan en el País Vasco representan la auténtica rebeldía democrática. En pago, reciben, además de las amenazas de los testaferros de ETA, el insulto de quienes, en otro tiempo, también creían que Bildu era ETA.
Como señala con lucidez Fernando Savater en un artículo de hoy mismo, vivimos tiempos de prestigio para la indignación. No hace falta extenderse sobre los motivos que la justifican. Sólo hay una indignación que no parece despertar simpatía en los bien pensantes: la de las víctimas de ETA. Se celebran concentraciones en las puertas de partidos involucrados en casos de corrupción. Se exigen dimisiones a políticos que fueron permisivos con el robo. ¿Es que justificar el asesinato no es corrupción? ¿Es que es peor congelar las pensiones que haber pertenecido a ETA? ¿Es la estafa de Amy Martin más grave que chantajear a los comerciantes?
¿Qué está pasando con la brújula moral en España? ¿Por qué hay tanta prisa y tanto interés en olvidar lo que ha ocurrido? ¿Por qué se niegan los signos evidentes de que aún no hemos vencido a ETA, incluso de que ellos van ganando en cuestiones clave como el relato de sus crímenes? ¿Por qué una sociedad tan huérfana, tan abandonada, no recuerda a sus héroes? Sí, héroes. Si no nos hemos vuelto totalmente cínicos, reconoceremos que existen héroes. En los partidos democráticos, en los sindicatos, en la Guardia Civil, en la Policía Nacional, en la Ertzaintza, en las organizaciones cívicas, en la judicatura, en la abogacía, en los medios de comunicación… Muchos de esos héroes están muertos, y en el caso de más de 300 se sabe que los mató ETA, pero no hay nadie condenado.
ETA no ha desaparecido. Sus testaferros se permiten llamar fascistas a UPyD. Están en las instituciones. Su odio y su cinismo siguen intactos, aunque hayan aprendido a disimularlos. Esta es la peor corrupción que ha habido y hay en la España democrática.