Este centro lo dirige el Padre Carlos Jaar, que es además, la persona designada por el Vaticano para coordinar el alojamiento del Papa Francisco en su visita a Ammán, dentro de su peregrinaje por Tierra Santa que comenzará este 24 de mayo.
“Es un honor tan grande que me emociona” afirma, mientras muestra con orgullo las toallas y las sábanas que ha encargado para la ocasión con el escudo de armas del Estado de la Ciudad del Vaticano. “Es un pequeño regalo de Mensajeros de la Paz”, comenta sonriente, organización que él preside para Oriente Medio.
El Padre Carlos lleva más de un mes haciéndose cargo de hasta el más mínimo detalle, desde proveer de transporte a parte de los invitados, hasta procurar las sábanas que se deben de usar. Y siempre bajo el asesoramiento y la mirada atenta de miembros de la seguridad vaticana y de la nunciatura jordana.
Su teléfono no cesa de sonar. Llamadas de medio mundo solicitándole invitaciones para poder asistir a la misa que se celebrará en el estadio deportivo de la ciudad, llamadas desde el propio vaticano e incluso algún entusiasta le solicita conocer la habitación donde el Pontífice hará noche.
Pero no sólo se enorgullece de poder atender al Papa Francisco, si no de “poder mostrarle el remanso de paz y tolerancia que es Jordania dentro de una zona tan problemática como es Oriente Medio” afirma.
Y así es. Un país musulmán con una minoría cristiana cercana al 8% pero muy considerada y sobre todo, respetada. Fruto de una sociedad muy abierta y tolerante.
“Nuestra relación con la religión musulmana es ejemplar, no me molesta en absoluto oír llamar a la oración al muecín mientras doy misa. El saber convivir es fundamental y aquí lo estamos logrando” asegura.
Mientras dobla con suma delicadeza las toallas, vuelve a sonar su teléfono y se disculpa “es de los servicios de seguridad vaticana”, tiene que acompañarlos al lugar que visitará el Papa en el río Jordán, uno de los enclaves que visitará en el país Hachemita.
Lleva varias semanas con un importante ajetreo. Además entiende que no puede dejar de lado su parroquia o su labor con los refugiados para llevar a cabo esta importante misión. “No pierdo tiempo libre porque nunca lo he tenido. Solo le quito tiempo al rezo y creo que es por una causa más que justificada”, afirma sonriente.
Desde Amman
Álvaro Fuente
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