(Dice el diccionario de la Real Academia Española, acerca de la hipocresía, que constituye la condición de aquel, en este caso, de aquella, que aparenta lo que no es o lo que no siente).
Hace ya unos cuantos días tuve oportunidad de leer una nota realizada por el diario El País de Montevideo, a la futura Ministra de Desarrollo Social (MIDES) de Uruguay, Marina Arismendi, percibiendo, no con asombro porque sé de qué material está hecha, entonces lo natural, naturalmente pasa, pero sí con cierto pesar por la mentalidad hipócrita de la que hace gala durante el desarrollo de la nota en cuestión y que irremediablemente hará de su futuro accionar, el abono perfecto para la proliferación del lumpen más acérrimo de nuestra sociedad. Gente que amparada en su pobreza seguirá aferrada a la dádiva de un Estado que según ella y para no culpabilizarlos, nada habrá de exigirles a cambio.
No se trata del terrón de azúcar que el cuidador le da al caballo que salta o que corre según él había programado, se trata nada más ni nada menos que de la construcción de un país, de nuestro país; construcción que se deberá hacer sobre las anchas espaldas del pueblo trabajador, árbol que hace por crecer a pesar del peso fastidioso de una hiedra que nada aporta y sólo vive por y para alimentarse de su rica sabia.
Plan de equidad y Tarjeta de Seguridad Social, el magro pago de un Estado para seguir siendo pobre, indigno, prácticamente inservible a la comunidad, ya que nada se les pide a cambio, nada se les exige para la construcción, para el aporte, para la fortaleza del grupo. No hagan nada, haraganeen, sean holgazanes, no se les ocurra producir nada de nada en beneficio de la sociedad, pues ésta de todas maneras, aunque ustedes la vean como a su enemiga, les alimentará, les cobijará, los contendrá, se lo merezcan o no, y entonces un buen día, la brecha insalvable de los de acá con los de allá, de los que aportan en contra de los que se benefician; de los que luchan por ser parte del grupo que construye, en contra de los que luchan para ser parte de esa cosa que se esfuerzan en llamar pobreza y aunque las autoridades hacen hasta lo imposible para hacer saber que no desean re-victimizarlos, en forma permanente enarbolan su situación, su condición de marginales, de pobres extremos a los que hay que llevarles la pesca a casa, no valiendo la pena enseñarles a pescar.
Me viene a la mente la expresión del Ilustre José P. Varela, cuando expresó: La educación os hará libres, y se me ocurrió a manera de una triste chanza, la expresión de: La pobreza os hará libres (no trabajo, no educación, no responsabilidades, total, sí aportes del Estado a cambio de nada).
La futura Ministra aseveró ser contraria a la suspensión de las asignaciones familiares a los que dejaron de concurrir a las escuelas, apuntando sus baterías hacia las maestras, a quienes asignó la responsabilidad de ir a buscar a cada niño a su casa para reintegrarlo al sistema. Supongo que esa situación es viable, sobre todo por el exceso de maestros en el sistema, por la amplia posibilidad que poseen los docentes de las escuelas de contexto crítico para dejar sus niños al cuidado de otros maestros mientras salen a ubicar a los desertores en barrios muy difíciles, poco delineados, considerados peligrosos y exponiéndose para satisfacción de las autoridades. ¡Otra patraña para la tribuna!
Creo que si el Estado hace su aporte, no está mal exigirles como contra partida un mínimo de esfuerzo; el obligarlos genera un mínimo sentimiento de responsabilidad, de la necesidad de esforzarse por algo y de que no todo es gratis, o por lo menos no debiera serlo, haciéndolos sentirse partícipes de un sistema que como un pesado tren, hace por andar, por ponerse en marcha y que no desea dejarlos en el andén de las frustraciones.
Yo fui muy pobre en mi infancia, mis padres habían adoptado tres chicos antes de poder procrear a mis hermanos y a mí, con lo que sumamos con el tiempo, ocho hermanos entorno a una mesa pobre de verdad, pero muy digna, muy honrosa, muy cálida, a cuyo frente había padres comprometidos, esforzados y que a costa de redoblar esfuerzos, nos dieron educación, abrigo, alimento y contención, y que yo recuerde, nunca golpeó la puerta de nuestra vivienda de barro, un asistente social o un empleado del Estado para darnos dinero bajo la consigna de, no hagan más nada, o sigan pariendo como conejos que nosotros seguiremos aportando por cada vástago.
Siguiendo en esta misma dirección preguntemos cuantas XO van a la escuela; cuantas veces los técnicos deben concurrir para recambiar los aparatos porque no hay cultura de preservación; cuantas veces las maestras deben dejar de lado trabajos programados con las computadoras porque éstas han quedado en casa o están deterioradas, o al salir del edificio puede apreciarse a madres o hermanos afanados en el uso de un aparato destinado por el Estado al uso de los niños; o cuantos maestros conocen verdaderamente el funcionamiento y las utilidades de la XO.
Y me pregunto, como tanta gente se preguntará, ¿Qué hacen las autoridades para revertir esta situación?…Será que hay bastantes XO como para seguir reponiendo en forma gratuita las que son destruidas irresponsable e irracionalmente.
Es decir, prohibido cortar el chorro de la dádiva, prohibido intentar corregir la inconducta con medidas coercitivas; pueden sentirse heridos, molestos, apremiados. ¡Por favor! Pura hipocresía, puras mentiras y pura propaganda para mostrarse a su público como si estuviera con el alma abierta y receptiva a los dolores ajenos; para mí, como para muchos ciudadanos de este bendito país, está jugando para la tribuna, y es por ello que como futura autoridad, dispondrá seguir dando sin pedir nada a cambio, seguir aportando sin buscar devolución, seguirá saludando con un sombrero ajeno, sólo porque le será dado circunstancialmente el cometido de administrar una porción de los bienes de todos nosotros.
Esperemos que prime la cordura del colectivo para que de una vez por todas detengamos esta correntada casi anárquica de emparejar para abajo, de desprestigiar al que trabaja y aporta, porque ello lo único que genera son divisiones, rencores y tensiones innecesarias que nada bien le hacen al país que hoy tenemos.
Aun hoy estamos a tiempo de salvar lo que nos queda, salvo que la idea generalizada sea de que todo se vaya al carajo, aunque me resisto a adherir a esa loca idea, porque aun percibo rostros inteligentes y espíritus ansiosos de la sólida y sana construcción de un Uruguay mejor.
Desde Uruguay por:
José L. Rondán
Aún no hemos tocado fondo. La puerta abierta a los créditos en 2002/2003 donde se inició el crecimiento aún sigue abierta. Los nietos de nuestros nietos deberán ver como pagan esta fiesta, mientras…”Festejen uruguayas y uruguayos”
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