Hace ya algunos días que pretendo escribir una nota que refleje nuestras vivencias en dicho periplo y no lo logro en virtud de la cantidad de información que se agolpa en mi mente, de la cantidad de imágenes que ataviadas de diferentes maneras y con distinta intensidad llegan hasta mí, agolpándose, procurando resaltar, aparecer, no permitiendo que los pensamientos fluyan ordenados y libres.
Pero de todas maneras hago el esfuerzo porque tengo la necesidad de verter en el ordenador algo de lo experimentado durante el mágico viaje.
Capilla del Monte es una ciudad de la provincia de Córdoba cuya trascendencia data de algunas décadas; los lugareños dicen que hay una realidad de la localidad antes de la marca dejada por un supuesto OVNI en la falda del cerro Pajarillo y otra realidad después de ésta; de hecho dicha marca ha dado motivos para simposios, creación de grupos de estudios, publicaciones, visitas de gente de la NASA, etc… etc…
Se sustenta en el lugar a través de testimonios así como de mucha literatura de diferente nivel, la existencia de una mítica ciudad subterránea, cuyo nombre sería ERK, emplazada justo debajo del cerro Uritorco, (cerro Macho), relacionada según los ufólogos, con alguna civilización extraterrestre.
En fin, la cuestión es que el sitio reboza de mística, energías, rituales para todos los gustos, sanadores, místicos, chamanes, grupos de diferentes corrientes, sitios emblemáticos a los que se les asignan determinados posicionamientos ante toda esta movida entre extraterrestre y esotérica y tal vez más, además de las consabidas tiendas donde se venden objetos relacionados a esta temática.
Creo que en el lugar bulle una energía especial, diferente, distinta a la que he podido percibir en otros sitios en que pude detenerme a recibir y aceptar lo que había en el lugar y es por ello que fuimos con un hermano de las vida hasta allí, pero no a comprar recuerdos, ni camisetas, ni platitos de porcelana; no a descubrir lo diferente, que por ser tal, casi todos manipulan hasta el hartazgo. Fuimos siguiendo nuestros impulsos, en el entendido tantas veces pregonado, de que si uno no encuentra en sí mismo, jamás encontrará nada en el camino.
Cada uno de nosotros vivió su experiencia desde su óptica, desde su predisposición, sin estorbar al otro, sin inquirir, sin cuestionar; cada uno de acuerdo a su grado de conciencia despierta vio, observó o experimentó los fenómenos espirituales que allí fueron dados a nosotros y tan solo por ello creo que el cometido del viaje, del trazado de este nuevo sendero en nuestras vidas, valió la pena.
Participamos de un sentido ritual con el grupo de cuenqueros del Círculo del Sonido, en virtud del solsticio de invierno, recibimos elementos muy fuertes y develadores en el Valle de Ongamira, estuvimos con algún chaman y nos paramos ante portales mágicos; realizamos un sentido ritual de consagración de una espada rituálica a 2000 metros de altura, entre otras experiencias que no develaré aquí por ser poco creíbles y por el temor a que digan que tomé alguna poción mágica que alteró mis facultades.
El que tenga ojos para ver que vea
Si después de estas líneas deciden que deben ustedes también emprender el camino hacia Capilla del Monte, vean el paraje como a un gran templo donde no entra el que quiera, sino el que habiendo golpeado a su puerta, aguarda pacientemente ante ella, hasta que las deidades que allí habitan, les permitan el paso y si eso no ocurre, solo habrán ido a comprar algunos recuerdos, camisetas con la cara de algún alienígena verde o la silueta del Uritorco, algún llaverito o piedras semipreciosas, o habrán ido a cansarse de trepar las laderas pedregosas de los tantos cerros de la zona… Aun así el viaje vale la pena. Mi hermano de la vida y Yo, regresamos sin ningún objeto material que mostrar, pero con el morral del corazón y la conciencia, pletórico.