Recordando a Fontanarrosa: 'El oficio más viejo del mundo es contar'

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Ramiro Guzmán en una cálida entrevista con Fontanarrosa.-
La cita es en el Hotel Conquistador, a las diez de la mañana. Es un hotel de cuatro estrellas en pleno centro de Buenos Aires. El conserje explica que Fontanarrosa está en el bar de enfrente. Sentado contra la ventana, ha terminado algo que debe haber sido un café con leche. Dialoga con un muchacho cinéfilo sobre las diferencias entre una novela y un guión. Se detiene y saluda cordialmente. Es más viejo y más flaco que en las fotos. El muchacho toma una caja de herramientas que usa para guardar material de cine y se va.
ESCRIBIR
A veces sucede un hecho, o a mí se me ocurre algo. Ya de arranque trato de observar para qué me va a servir qué. De repente hay una situación que puede servir para Inodoro Pereyra. Tiempo atrás, yo hacía todavía Boogie el aceitoso. Son personajes claramente diferenciados. Entonces era básica esta pregunta: ¿Es para Boogie o para Inodoro Pereyra? Se han dado casos de historias que también me podrían servir para un cuento. Porque en la historia uno está con la limitación permanente del espacio. Por ejemplo, en una historia de Inodoro Pereyra, se puede meter catorce cuadritos, no más. Y con un mínimo de texto. Porque uno tiene que evitar meterle mucho texto. Por ahí esa misma idea, la podés trabajar en un cuento. Cosa que he hecho. Sacando totalmente a Boogie, he inventado cuentos desde la misma idea. Una especie de autoplagio, aprovechando las libertades que da el cuento y que no tenemos la urgencia de una entrega.
He observado extrañado que mucho de los cuentos de niños se hacen en teatro. Yo no soy hombre de teatro. Ni de ir al teatro. Sí busco una situación de conflicto, una situación dramática. Si la encuentro, tengo el ochenta por ciento de un relato solucionado. Después yo lo llevo para el lado del humorismo. Un dramaturgo lo resuelve por el lado del drama, pero en definitiva pienso que lo que puede interesar a un hombre que hace teatro, tiene que ser que cuenta con una situación dramática y desarrollada. De acuerdo a su lenguaje, uno lo soluciona como puede, no como quiere.
Es realmente difícil encontrar una historia. Las anécdotas aparecen de casualidad. Muchas veces vienen en la realidad, pero nunca o casi nunca vienen totalmente hechas. Un escritor es un narrador pragmático. Si hemos aprendido a contar algo ha sido fundamentalmente por nosotros mismos. Mi hijo es chico, y yo le decía que si quiere contar una historia, que imagine que se la está contando a un amigo. Obvio que no todos los relatos se hacen así, pero es una buena manera de empezar. Ver el punto de vista más adecuado: primera persona, tercera… Otra cosa difícil es encontrar el tono: ¿esto lo trato con humor delirante o realista?
Yo empecé leyendo las traducciones de Jack London. Fue la primera vez donde leí un libro en que los personajes hablan como mi viejo, fue un descubrimiento. Hice una suerte de revalorización. Vi lo interesante de personajes que no eran piratas no cowboys y eso te involucra en el relato.
NOVELA
En Área 18 tenía la idea de que había dos comunidades que disputaban algo a través de un partido de fútbol, que remplazaba a la guerra. La duda era: esto lo sitúo en un barrio, en un pueblo o en un país y eso le daba la ventaja de usar el habla coloquial pero le quitaba delirio. Entonces opté por darle un ámbito internacional. Ahí ya se te abre todo.
En el cuento, vos tenés un hecho para contar y cuando lo terminaste, se terminó el cuento. En cambio en una novela, sucede que tenés un punto resuelto y otro y otro. Pero en el medio me caía, hasta que busqué cómo unirlo. Era un trabajo de armado.
Las situaciones de un cuento o de una historieta las ves venir de la misma manera. A veces viene o a mí se me ocurre una situación o algo por el estilo. Hay distintas maneras de encararlo. Yo necesito saber hacia dónde voy. El Gordo Soriano me decía que no, que él arrancaba de una situación y después se metía donde ésta lo llevara. Es bastante subyugante. Una vez me contaba que él estaba escribiendo, triste, solitario y como él vivía de noche y dormía de día, cada noche se enfrentaba a su novela sin saber para dónde ir. Y eso le pasa a bastantes escritores amigos. Pero yo no necesito saber adónde voy.
DIBUJAR
Es una vocación primaria. Hay una experiencia intransferible: la de los hijos. Yo no llegué a tomar conciencia de la situación hasta que el tipo me miró. Me da la impresión, de que recién hasta que mi hijo en algún momento –no sé cuántos meses habrán sido- me mira, allí empecé a disfrutar. Hasta ese momento, el hijo para mí era de la madre. Es una especie de almohadoncito que no hace nada. Ahora cuando hace así (abre los ojos), ahí la quedaste. Otras de las cosas fantásticas es cómo conocen los chicos el mundo. Todo. Porque si te ponés a pensar lo que significa saber el nombre y el color de lo que hay acá y de qué está hecho. Es monstruoso. Una de las primeras formas de expresión después de llorar y patalear… es el dibujo. Después los chicos en general dejan de dibujar, porque no les gusta tanto, porque la autocrítica les dice no servís para esto. A mí me tocó una infancia en que la televisión todavía no era un artefacto cotidiano ni familiar. La televisión había entrado a mi casa a los dieciséis años, cuando la etapa formativa mía ya había pasado. Yo nací y crecí en el centro de Rosario. Tuve una infancia de departamento. Un departamento más o menos grande para mí, francamente. El antecedente de la televisión en cuanto a divertimento eran las revistas de historietas. Yo me la pasaba leyendo todo el día, principalmente las de aventuras. Ese hábito de lectura que te va dando la historieta hizo que empezara a leer los libros amarillos de Robin Hood. Hace poco en una Feria del Libro, hubo una reunión de treinta escritores argentinos y todos mencionamos esa colección. Después me agarré decepciones. Cuando le compré a mi hijo un libro de esos no le gustó nada, pero para mí reunían una combinación perfecta.
Recuerdo los libros del Príncipe Valente, tenían mucha ilustración y texto. Entonces yo empecé a dibujar eso. A copiar estrictamente a este dibujante, a aquél y pasaba dibujando. No creo ser un gran dibujante. Especialmente comparado con los muchos y muy buenos del Río de la Plata. Nosotros metemos en la bolsa a los uruguayos. Tabaré, Sábat… Hay tipos brillantes. En ese aspecto, si fuera útil definirse como algo, yo me considero un narrador que usa el dibujo para contar algo. Para mí, lo importante es la historia. Yo no tengo expectativas plásticas. No soy un virtuoso. Pero me acordaba que en el grupo de chicos donde vivía yo era el que contaba las películas. Dicen que el oficio más viejo del mundo es la prostitución, pero debe de ser el de contar. De todas maneras, yo me considero un dibujante. Tengo hasta una necesidad física de dibujar. Disfruto dibujando.
Me da la impresión de que el mercado está cambiando. Por lo tecno lógico aquella historieta tiende a desaparecer. Quedará siempre un grupo de amantes de la historieta pero predominan los superhéroes y un público más coleccionista que lector. La historieta se va transformando en dibujo animado, pero cada vez se trabaja más. La situación para las revistas de historietas está dificilísima. El humor tiene otro gancho.
A Franco, mi hijo, le compramos muchos libros de Tintín. Pero hay dibujos animados excelentes de Tintín. Y entre una cosa y la otra mi hijo ve los dibujos animados.
FÚTBOL
Hablemos de fútbol.
El tema. El verdadero tema importante. Soy de Rosario Central. El fútbol aparece permanentemente en mi obra. En parte, porque es una obsesión de la vida, en parte por razones técnicas. El flaco Menotti habla de pequeñas sociedades dentro de los equipos. Todo grupo es una pequeña sociedad. Por eso el fútbol sirve como metáfora de muchas cosas. Es un juego que te hace cómplice de mucha gente. Entonces, no tenés que explicar demasiado. Mi hijo hace taekwondo. Yo hubiera preferido que hiciese un juego colectivo. Básquetbol, rugby… Mi viejo decía: para algunos jugadores no hay local ni visitante. Qué les va a decir que cuidado que vas a jugar de visitante al Centenario. Ésa época del fútbol a mí siempre me encantó. El viejo fútbol uruguayo, el Pepe Sasía. Es un tema muy rico para instruir.
Me he dado cuenta que el tono delirante cuando hago periodismo, me gusta porque es lo que me puede diferenciar. Por ejemplo, escribiendo sobre fútbol evita que me superponga con los cronistas deportivos.
CINE
Yo había visto algunas películas de cine argentino y nadie te hablaba como se habla en la calle. Eso fue cambiando y yo me doy cuenta que la gente lo agradece. Eso no puede ser el único valor de un cuento, pero sirve. A veces es como si uno estuviese afanando, como si tuviese un grabador con lo que habla mi vieja, mis amigos… y el fútbol permite usar un lenguaje bien de acá. Por lo que hay que tener cuidado.
Hace poco me pidieron que entrevistara a la brujita Verón. Yo acepté pero pedí que me desgrabaran la cinta y cuando me dieron el texto tal cual lo hablado, me di cuenta de que era impresentable. Es decir, uno escribe remedando como habla la gente, pero no es así que hablamos verdaderamente.
MÚSICA
Me gusta lo que le gusta a todos. Me gusta el tango, que de joven no me gustaba mucho. Me gusta Goyeneche. Pero cuando los tangos son malos, son horribles. Ni hay mucha renovación. También escucho a los cantautores latinoamericanos: Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Jaime Roos, la obra de Jaime es para mí un descubrimiento bastante reciente. Y me gusta mucho. Me sorprende que me estoy pareciendo mucho a mi viejo. Mi hijo está intentando hacer música. Oye Aerosmith y esas bandas y yo no los aguanto ni cinco minutos. Yo me quedé con los Plateros. Necesito lo melódico, algo tarareable. Esos programas de la nostalgia en la radio presentaban una música más rica.
Volvemos a escuchar el ruido de los motores. Terminada la entrevista, Fontanarrosa explica que el personaje Boogie el aceitoso se inspiró en Harry el sucio. Luego cuenta que acaba de entregar a sus editores un libro de cuentos titulado “Una lección de vida”. Un título humilde (sonríe). Está como de vacaciones, un poco por la ansiedad, un poco por el relax propio del trabajo cumplido. Duda si volverá a escribir una novela. Dice ser muy metódico y admite que necesita la inmediatez del dibujante, y no podría pasar mucho tiempo corrigiendo el mismo libro. En los tiempos libres, visita a las inferiores de Rosario Central, pero nunca sería dirigente.
Ramiro Guzmán
Buenos Aires, invierno de 1998