En momentos cruciales para el “libro papel”, es evidente la supervivencia y vigencia de esta modalidad que parece cada día tener más adeptos que se resisten a dejar de lado esa compañía culturizadora que es “el libro”. No hay un enfrentamiento declarado entre los nuevos formatos de información digital que hagan peligrar la omnipresencia de esa agradable sensación de acariciar con dos dedos la rugosidad del papel pasando las páginas y ese aroma a tinta que nos acuna y nos hace dormitar… para continuar leyendo al otro día.
Es así que ICN ha deseado dar la oportunidad a uno de esos autores que encuentran en la sed de conocimientos la posibilidad de dar a conocer sus estudios e investigaciones. René Boretto Ovalle, es un uruguayo que orgullosamente refleja la causalidad de que el nombre de su ciudad – Fray Bentos – se haya mezclado con la misma historia de la alimentación en el mundo occidental.
– Tras las huellas de qué gigante nos lleva su historia?
– Las huellas no son importantes como tales, porque una ola atrevida o el viento arrastrando polvo las puede hacer desaparecer en un instante. He preferido trabajar con la idea de las huellas indelebles que son los recuerdos, las vivencias y los cambios que quedan en nosotros, rememorando pedazos de historias que no son otra cosa que la base de nuestra idiosincrasia. “Mi” gigante es la Liebig´s Extract of Meat Company, que funcionó desde 1863 y que con la continuidad del Frigorífico ANGLO del Uruguay, marcó un hito de más de 130 años en la historia de Fray Bentos. Una historia que nos habla de globalidad, de fronteras mancilladas y de inmigrantes de casi sesenta naciones que cruzaron el Atlántico para forjarse otra vida a través de la oportunidad de trabajo.
– Una historia concreta, perdida en un punto del territorio sudamericano, acaso dejó en algún momento huellas tan profundas que se escaparon de ese Fray Bentos que es su ciudad?
– Este emprendimiento innovó en el comercio, la industria, la búsqueda de recursos alimenticios y fue uno de los principales creadores del paradigma que la civilización occidental inauguró a mediados del siglo XIX. Tras las ideas y los inventos del genio de la química que fue Justo von Liebig, los procesos de laboratorio en Munich encontraron el terreno propicio para hacer crecer una industria que llevó en primera instancia el “extracto de carne” precisamente a mi ciudad, Fray Bentos, un puerto profundo del Río Uruguay. Las ideas y conceptos de esta empresa redujeron a escombros los pensamientos y modalidades técnicas de aquella Europa hija del fenómeno industrial y en los campos feraces de la cuenca del Plata encendieron la mecha de un reguero de pólvora que llegó hasta lo más recóndito del cuasi continente. Ideas sobre mercadeo, comercio, industrialización, transporte, promoción y apertura de mercados donde nada existía, convirtieron los recursos del que hoy llamamos “bajo Río Uruguay” en la mayor experiencia que hoy bautizaríamos como “globalización”.
– Y su libro “Las huellas del gigante” se mete en este mundo tan intrincado de hombres, industria y nacimiento de una revolución industrial en el Rio de la Plata?
– Precisamente, me ha sacado las palabras de la boca. Consideramos, respaldados por mucha documentación, que este nacimiento de la Liebig´s Company fue el primer antecedente del ingreso de altas tecnologías a un mundo donde las vacas se faenaban solamente para quitarles el cuero, la lengua y acaso unas lonjas de carne para hacer el “charque” que era una carne extremadamente salada casi incomible y que se destinó a comida para los esclavos. Pero esa instancia primaria se sostuvo por poco tiempo, porque lo que en un laboratorio alemán permitía fabricar cuatro kilos de concentrado de carne en una semana, la faena de más de doscientos mil vacunos por año hizo nacer una industria inédita que llevó directamente a Europa toneladas de una pasta marrón -algunos dijeron de repugnante gusto – con el que se podía hacer un nutritivo caldo. Lo que se afincó en Fray Bentos fue una fábrica totalmente nueva, sin antecedentes en el mundo, porque fue la visión de inteligentes hombres de ciencia que ajustaron sus movimientos con otros muy inteligentes hombres de la industria y las inversiones.

– ¿Es cierto que en la Gran Guerra los soldados en las trincheras consumieron cien millones de cubos de extracto fabricados en Fray Bentos?
– La Liebig´s Company creó algo totalmente moderno y que llegó a ser insustituible: lo que hoy llamamos los “cubos” o “calditos” de carne. Pronto se introdujeron en las mochilas de los soldados, al igual que una pasta de carne envasada llamada “corned beef”, cuyas latas metálicas tenían una llavecita para abrirlas y poder comer de inmediato. Los soldados australianos no decían “ok” cuando algo estaba muy bien e inmejorable: decían “fribentos”… Y hasta le pusieron “Fray Bentos” a uno de los primeros tanques de guerra británicos cuando fueron enviados a la frontera de Bélgica para luchar contra los alemanes.
– No !!!
– Aunque no lo crea… decían jocosamente que dentro de esos tanques se sentían como la carne enlatada que comían diariamente ! Y el corned beef, ya antes de nacer el siglo veinte, recibió la marca de “Fray Bentos” que se mantuvo vigente hasta hoy día…
– ¿Y todavía quedan cosas para contar?
– “Las Huellas del Gigante” tiene treinta y seis relatos, en unas 350 páginas. Es un cómodo paseo por el resultado de las investigaciones históricas realizadas… todo documentado. El ámbito propio de una empresa en funcionamiento, pero también las historias deliciosas que se escapan subrepticiamente en las anécdotas de la gente o en las crónicas invaluables de escritores, periodistas y comentaristas, la mayoría anteriores al 1900.
– Una historia apasionante de más de un siglo, verdad?
– La compañía Liebig´s se fue del Uruguay en 1924 y pasó a ser la también famosa “ANGLO del Uruguay”. Feraces campos y estancias de cría y engorde de miles de animales para el consumo, una fábrica moderna que aplicó a rajatablas los conceptos del fordismo y el taylorismo norteamericano, que recibió en la década del ´20 a inmigrantes de cincuenta y seis naciones del mundo y que tuvo treinta y tres secciones o departamentos en cuyos senderos angostos pulularon hacia 1940 casi cinco mil personas. En realidad, entre las dos empresas, fueron 132 años de la industria de la carne uruguaya.
– ¿Y qué pasó cuando desapareció esta fuente de trabajo?
– Desilusión. Amargura. Desconcierto. Incertidumbre. ¿Qué no esperar de una realidad pasmosa que gritaba a los cuatro vientos que los sueños duran hasta que te despiertas y sucumben ante otras realidades! Cuando Europa regresó a su capacidad de producir, de autoabastecerse, hubo nuevos formatos comerciales y hasta hubo que inventar algunas cosas para justificar que ya no se necesitaba la carne sudamericana cuando podía obtenerse de otros países y regiones…. En realidad , el concepto de globalización no desapareció. Como todas las cosas, se transformó…
– Y ese Fray Bentos… digo, su ciudad…?
– Y allí nos quedamos. Más de dos décadas hasta que nos convencimos que darnos la cabeza contra la pared no era lo más inteligente. Pletóricos de un patrimonio que no nos habíamos dado cuenta que dormitaba junto a la chimenea de 43 metros de alto que es un ícono mirado desde lejos. Un patrimonio que era una herencia. Una herencia muy particular porque cuando uno recibe un legado, le parece que ese legado tiene que ser tal cual lo soñamos o necesitamos. En cambio, en medio de la desazón, nos dimos cuenta que no sólo eran edificios lo que habíamos recibido, sino que era un suculento conjunto de recursos culturales donde yacía un futuro… si es que lo sabíamos ver.
– Y llegó lo de UNESCO…
– Bueno. Si. Está bien informado. Apostamos a que lo que teníamos en esas seis hectáreas de superficies techadas, dentro de los edificios, dentro de los cajones y en los casi 7000 planos, en los recuerdos y anecdotario de los ex obreros (hombres y mujeres, por supuesto). Y fue una buena apuesta. Logramos imponer una idea de reutilización de ese patrimonio y convertirlo en recursos para el turismo cultural que hoy está orgulloso en lo que se llama el Museo de la Revolución Industrial…
UNESCO nos acompañó en la idea y pudimos demostrar con creces, la unviersalidad, lo original y lo único de ese material tangible y también intangible que hoy es el “Paisaje Industrial Fray bentos”.
– Considera que sus libros son también parte de ese patrimonio?
– Sin duda. Los documentos son mudos hasta que alguien les da una voz audible. Las miles de personas que visitan ese museo municipal y los relatos que cuentan esas historias basadas en los documentos hallados en Uruguay y sobre todo en Europa, recogen esas versiones en tinta y papel. Descubren fotos, cuentos, crónicas, recuerdos y esperanzas. Porque todo el que deja de soñar no quiere decir que no siembre esperanzas. Hay un futuro para alguien detrás de todo esto. Allí tenemos, por ejemplo, la sede de la Universidad Tecnológica del Uruguay, con más de 400 jóvenes concurriendo a labrarse porvenir. Dentro de los edificios cuyas paredes “hablan” si es que se sabe escucharlas…
El libro “Las huellas del gigante”, a través de 360 páginas y en un cómodo formato de 17 x 21 centímetros, puede ser solicitado a su autor mediante el correo electrónico [email protected].