Por RAÚL VALLARINO.-
Conocí hace mucho tiempo a Juan Carlos Barreto y me sigue impactando – a través del correr de los años – su enorme versatilidad en el mundo de la cultura y de las artes plásticas.
Desde nuestros encuentros en algunas mesas de café, tanto de Montevideo como de su querido San José, mientras conversábamos, la pluma inquieta de Juan Carlos dejaba plasmada en servilletas la genial impronta de sus creaciones, que fueron el punto de partida para un estilo que ya es único y admirable.
En la charla íntima el artista define su trabajo ante el entrevistador y anuncia la muestra de sus pinturas: “Estas obras han surgido en tiempos raros, donde la reunión, la rueda de café y el abrazo con los amigos se vió drásticamente interrumpido, de algunos de esos rastros y trazos que quedaron marcados en largas jornadas de trabajo frente a un monitor dieron vidas a esta serie de 40 estampas digitales que estaremos presentando”.
Con Barreto, sentado frente a una taza de café no hace falta preguntar; sus expresiones surgen solas, “Aquellos lugares y rincones de ciudades, sitios o espacios que cuentan historias, que sugieren formas o detalles que plasmados en servilletas luego duermen o descansan en mis “servilletarios”. Estos pequeños tesoros son el génesis de mi obra”, explica el artista.
Una mesa de café, el atelier donde el artista crea su obra
“Una mesa de café, autos, ómnibus, barcos o aviones se convierten en excelentes espacios y plataforma para de una manera muy lúdica “ganarle tiempo al tiempo, simplemente dibujando”…con mis silencios… pero que como en la música son necesarios. No interrumpen la melodía sino que la embellecen”, subraya Barreto.
“De todas formas, un café no es más que el pretexto perfecto donde poder crear”, acota.
Un punto y aparte para Buenos Aires y Montevideo…
Y Juan Carlos habla y define su mundo maravilloso de creatividad que, desde una servilleta, se ha convertido en inmensos murales en distintos puntos de Uruguay y que ahora alcanzan a la vecina orilla, cruzando el Río de la Plata.
“Un café… sonidos mundanos, hay puntos de encuentros. Buenos Aires, tiene su dejo, la música de Piazzola y los textos de Borges me invitan a vivirla en cada paso, me liberan. Montevideo me abraza, tiempos de espera entre el trabajo y el pienso, las líneas aparecen, veo una ciudad por encima de otra, suma de líneas y puntos que continúan hasta perderse en el río tan ancho como mar. Voces, olores y sabores ciudadanos, tanto como Benedetti o Zitarroza, seres que habitan y conviven en esquinas que respiran tango, fútbol y milonga. Siento que me esperan una vez más para acompañarme… siempre”, define Barreto.
ALGUNAS CRITICAS:
Paradigmas
Estas obras, nacidas de la improvisada matriz de una servilleta, y tras una sucesión exploratoria de técnicas visuales han conocido por fin -o por principio- la luz.
Después de todo, ¿qué otra cosa que esa luz resultaría la razón de ser de una obra plástica? O su sinrazón porque el arte se alza vencedor o cae vencido en la inconstante arena donde rivalizan lo racional y lo irracional.
Cualquier hecho estético, aún el de apariencia más elemental, puede consentir siempre una índole compleja con tal de que se lo quiera auscultar y percibir, por ejemplo, como lucha secreta de oposiciones íntimas. Ese juego de opuestos, perdura una vez más en las series de Barreto.
En primer lugar el carácter espontáneo del dibujo escurrido como al descuido en un papel casual se antepone a la aplicación minuciosa de un procedimiento técnico posterior que es más empírico y más reflexivo. Pero si en la primera operación, la del desliz antojadizo de la raya, no debemos descartar completamente una rendija por donde pasa un soplo de razón, en la segunda, la más experimental, la más cerebral, tampoco hay que dejar de lado el centelleo de la intuición.
En segundo lugar, es menester recordarlo, a lo largo de la historia, el arte se fue desenvolviendo en dos tendencias, más o menos diferenciadas y no siempre paralelas ni puras. Una, como regida por la realidad misma, y que en un sentido amplio e inexacto podríamos declarar realista, se ha distinguido por su afán de objetiva duplicación de la naturaleza.
Empresa ésta cuyo éxito -o fracaso- se ha discutido hasta el hartazgo. La otra quizá más desenfadada e inclinada a liberar fantasías y consagrar fueros personales, constituye la tendencia expresiva que opone a la objetividad imperiosa del mundo la transmutación subjetiva del artista.
Sin demorarnos para discutir aquí sus intrincados entrecruzamientos, baste decir que estos dos trayectos no están ajenos a la presente muestra. En cada trabajo individual conviven plásticamente bajo la tensión de los polos abstracto y figurativo, aflorando uno apenas por encima del otro según el caso. En tercer lugar, advertimos el contraste – que también es un contraste de valor – entre los gruesos rastros oscuros, acromáticos de la figura, y el fondo por lo general monocromático o casi, que tiende a rellenar con cierta homogeneidad los vacíos recortados. La cuarta y última de estas oposiciones – podríamos enumerar más – viene dada por el antagonismo entre la reminiscencia de un trazado original a lápiz o birome, dinámico, inquieto, captación de un fugitivo, a menudo involuntario movimiento corporal, y su fijación técnica final, detenida, disecada, donde yace el testimonio de una remota microtopografía irregular, porosa o estriada, ampliada ahora hasta la indiscreción voyeurista.
Este proceso iniciado en un momento de ocio creativo, de autonomía expresiva, sin otras condiciones que las características físicas del soporte y el pigmento hubo de continuarse después en una industriosa búsqueda gracias a rituales tecnológicos variados cuya elucidación el artista se reserva. Sin embargo, la obra aparentemente terminada no se detiene ahí. Su itinerario estético se proyecta más allá del mero hecho material cumplido en una combinación paradigmática de formas y colores. Otros sentidos la aguardan al proseguir su curso en la mirada del observador.
Lic. Fernando Rius
“IMPRESIONES DEL SERVILLETARIO”
Desde que Kle y Kandisky irrumpieron entre los forjadores del arte moderno el curso de las artes plásticas ya no sería el mismo.
Sus investigaciones dejaban a la vista ideas tan viejas como el arte rupestre, reformulándolas en clave geométrica e inyectando nuevos conceptos que abrirían horizontes inimaginables para el arte contemporáneo.
Con sus servilletas Barretto nos propone volver a pensar el arte desde las ideas generatrices, desde la estructura, desde la base del arte moderno, despojando sus obras de todo elemento anecdótico que no sea funcional a la composición de manera pura y cruda.
Siguiendo la huella de los vanguardistas modernos, Juan Carlos ordena un sinfín de líneas, rayas, puntos y números para darles lógica compositiva, dejando caer sobre la sugestiva textura de las servilletas un universo gráfico perfectamente ensamblado, relacionado entre si de excelente forma, conformando una unidad visual sugestiva e interesante a todo observador atento.
La muestra rescata la espontaneidad del trazo y lo efímero de tomar un café, como estampas indelebles que quieren apresar un momento y un lugar, una imagen y una idea, reinterpretando a los maestros modernos.
La muestra es un viaje por intermedio del arte a los rincones del mundo donde Barretto plasmó sus sensaciones y vivencias del momento y un viaje a la génesis misma de toda obra de arte, un viaje al cual todo artista nunca debiera de abandonar, un viaje a la ordenación visual, la estructura, el ritmo y la composición.
Arq. Gonzalo Magnou