La Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), fue creada en 2008 a instancias del venezolano Hugo Chávez, el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva y el argentino Néstor Kirchner, que se disolvió años después por su inoperancia y por ser considerada como un “club ideológico” de la región.
Más allá de sus altisonantes propuestas sin concretar y sus “cumbres” políticas, su aporte regional fue nulo. En las declaraciones finales de cada encuentro de presidentes de los países que integraban la Unasur, se fijaban proyectos y metas, que luego nadie cumplía.
En realidad, la Unasur fue solo una reunión de amigos, ya que siempre actuó como un bloque regional dedicado a ensalsar a los gobiernos de izquierdas y para ello construyó un millonario edificio en Ecuador, a instancias del entonces presidente Rafael Correa, hoy fugado de su país por la condena firme de corrupción y el expresidente argentino Néstor Kirchner, fue su primer secretario general, en una gestión que no tuvo nada de relevante.
Entre los principios fijados por la Unasur se destacaban, “el irrestricto respeto a la soberanía y la autodeterminación de los pueblos, así como la solidaridad, cooperación, democracia, participación ciudadana, paz, transparencia, pluralismo y el respeto a los derechos humanos universales”. Claramente, ni Hugo Chávez, primero y luego Nicolás Maduro encajaban en los postulados de “democracia”, “transparencia”, “pluralismo” y “respeto a los derechos humanos universales”, como tampoco el gobierno de Rafael Correa, que entre las sombras gestaba el “Caso Sobornos”, que hoy lo mantiene refugiado en Bélgica, para eludir la acción de la Justicia de Ecuador, que lo condenó a 8 años de cárcel por corrupción.
Tampoco Evo Morales puede hablar de democracia, porque en forma fraudulenta desconoció el resultado del referéndum popular de febrero de 2016, que le dejaba fuera de volver a postularse como candidato a presidente en las elecciones de 2019 y que generó el caos en Bolivia. Un conflicto que él propio Morales incentivó, porque no respetó la decisión del pueblo en las urnas.
En agosto de 2018, la Asamblea Nacional de Ecuador, con el voto a favor de 72 diputados, 30 en contra y 9 abstenciones resolvió quitar de su emplazamiento actual frente al edificio de la Unión de Naciones Suramericanas, Unasur, en Quito, la estatua del expresidente argentino Néstor Kirchner por representar “una apología al delito y a la corrupción rampante del Gobierno de la Argentina en los años pasados”, según explicó el parlamentario Byron Suquilanda del partido CREO 21 en su intervención en la Cámara.
El asambleista Suquilanda aseveró en su discurso: “Es conocida por todos ustedes la secuela de actos de corrupción en el Gobierno de Argentina. Y es conocido por todos ustedes que el cometido para el cual fue creada la UNASUR no se está cumpliendo. Por eso me quiero sumar a la iniciativa del Presidente de las República (Lenin Moreno) cuando dice que ese edificio debe ser destinado a la Universidad Indígena del Ecuador. Y habida cuenta que va a funcionar dicha universidad, no tiene nada que hacer en el frente del edificio el monumento del ex presidente argentino, que no es justamente un buen ejemplo para los ecuatorianos, que no es justamente la representación de la integridad latinoamericana para la cual fue creada la UNASUR”.
Que hoy Lula quiera volver a integrarse a la Unasur, es más de lo mismo, un paso fallido del presidente brasileño, en un presunto bloque regional al cual también regresa el gobierno kirchnerista de Alberto Fernández y Cristina Kirchner, para seguir jugando y sacando adelante las metas de sus intereses personales, que nada tienen que ver con las necesidades reales de los pueblos.