Nuevamente los ancestros hicieron vibrar el suelo ante el intenso trajinar de hombres y mujeres medievales. Celtas, escoceses, vikingos, romanos, convergieron este fin de semana en el amplio y hermoso predio del antiguo y mítico castillo, reviviendo momentos que ya pensábamos perimidos.
Las familias, padres y niños se dieron cita para saber de duendes y hadas, de caballeros y guerreros de la más variada extracción.
Dos días de mágica convocatoria que vistió al Este con un aire de cosas que por idas, por lejanas y casi perdidas en la oscuridad de los tiempos, no menos posibles de ser revividas.
La horca y el cepo, los arcos y flechas, las espadas, escudos y mandobles convivieron con doncellas, artistas y artesanos hasta bien entrada la noche.
Al marcharnos, cómo ha ocurrido en cada edición, miramos atrás y vemos entre los viejos muros, tras los pasillos y torres a los ancestros, quienes aquietandose, convocan a los dioses para que el año entrante volvamos a decir presente junto a ellos en este gran festival.