Alberto Fernández deja la Casa Rosada por la puerta trasera: “Tengo un enorme pesar de no haber podido resolver el problema de la pobreza”

Ana Delicado Palacios

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"Tengo un enorme pesar de no haber podido resolver el problema de la pobreza" - Foto Presidencia

Buenos Aires (Sputnik).-

Como si no le faltaran críticas, el presidente saliente de Argentina, Alberto Fernández, no tuvo mejor idea, en una de sus últimas entrevistas, que desdeñar un flagelo que en sus cuatro años de gestión no pudo erradicar: la pobreza, que aqueja a más del 40 por ciento de la población.

“Creo que la pobreza está mal medida. Si hubiera semejante cantidad de pobreza, Argentina estaría estallada”, cuestionó el mandatario en una reciente entrevista con la agencia NA. “Temo que la gente no diga toda la verdad cuando el encuestador le pregunta (…), porque si dice: “tengo un plan”, de ahí en más empieza a mentir porque tiene miedo de que se la quiten”, añadió.

El presidente que comenzó su mandato con la inauguración de una “mesa contra el hambre” no solo se absolvió a sí mismo, sino que puso en duda las mediciones del órgano oficial de estadísticas, que corroboró un alza de la pobreza de 4,6 puntos porcentuales desde el inicio de su gestión hasta el primer semestre del año, así como de la indigencia, que pasó de ocho a 9,3 por ciento.

Debió de lamentar sus propias palabras, o reflexionar sobre el rechazo que ocasionaron, porque el gobernante peronista reconoció al fin su fracaso en esa materia. “Tengo un enorme pesar de no haber podido resolver el problema de la pobreza”, admitió finalmente el miércoles ante los trabajadores de la Casa Rosada, sede de Gobierno, durante un brindis de despedida.

En el apuro de sus últimas declaraciones, Fernández abundó en los avances de su Gobierno, como los 37 meses consecutivos de creación de empleo. Pasó por alto que este aumento se asienta en un incremento de los puestos de trabajo informales y de los autónomos; que los salarios formales, que menguaron 20 por ciento durante el Ejecutivo precedente de Mauricio Macri (2015-2019), se deterioraron 6,2 por ciento durante su Gobierno; que los jubilados también perdieron poder adquisitivo; y que deja la peor inflación de los últimos 30 años.

“La presidencia de Alberto la sintetizaría así: cuando la incompetencia conoció a la catástrofe”, resume para la Agencia Sputnik el politólogo e historiador Patricio Talavera, docente e investigador en la Universidad de Buenos Aires (UBA).

CAÍDA EN DESPRESTIGIO

Fue un mandatario desautorizado desde el inicio de su mandato, bajo la asunción predominante de que era un títere bajo los influjos de la vicepresidenta que lo había designado como candidato a la Casa Rosada, la exmandataria Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015).

Las desavenencias que asomaron entre los máximos dignatarios del Ejecutivo torpedearon el rumbo de una gestión cuya credibilidad puso en juego el propio presidente a menos de un año de haber asumido. El festejo del cumpleaños de la primera dama en la residencia presidencial mientras el resto de la población estaba sometida a un confinamiento en plena pandemia menoscabó la autoridad moral del jefe de Estado.

Así comenzó un declive que “se hizo irreversible hacia finales de 2020, cuando todavía las vacunas no habían llegado y el Gobierno desnudó que su única estrategia era alargar la manta corta de las restricciones”, apunta Talavera. Las cartas y las clases magistrales con las que la vicepresidenta ventilaba sus diferencias con el jefe de Estado evidenciaron la falta de un programa consistente, y dejaron a sus autoridades ensimismadas en sus batallas de poder.

“A partir de ahí, la confrontación económica entre las dos alas del Gobierno hasta agosto de 2022 anuló la administración de Fernández, ya gravemente enferma por la ausencia absoluta de personalidad política del presidente, dato que no era obvio al inicio de su elección”, añade el politólogo.

Alberto Fernández esgrime que las calamidades que aquejaron al Ejecutivo se agolparon “en los cuatro años peores del siglo”. A la pandemia del covid-19 siguió el conflicto entre Rusia y Ucrania que le costó al país casi 5.000 millones de dólares, sobre todo en importaciones de energía, y después llegó la peor sequía de los últimos 60 años, que lastró ingresos por otros 23.000 millones.

El presidente saliente también incluye como una rémora de su Gobierno el crédito de 44.000 millones de dólares que el Fondo Monetario Internacional (FMI) concedió a su predecesor, y que su gestión optó por refinanciar para afrontar el pago de los intereses de deuda. Pero Fernández tomó más deuda que la administración que lo antecedió, y deja las reservas del Banco Central en su nivel más bajo desde abril de 2006.

“Es verdad que la presidencia de Fernández enfrentó las peores condiciones externas imaginables que hacen ilusorio pensar en la aplicación exitosa de ningún plan de estabilización, pero la frivolidad, el amateurismo, las internas a cielo abierto propios de una alianza electoral creada en cinco semanas derivaron en enormes fallos de criterio y coordinación que tuvieron como resultado que se triplicara la inflación ya alta recibida de Macri”, sentencia Talavera.

RELEGADO

Hubo políticas decididas, como el impuesto a las grandes fortunas que financió en parte el gasoducto para desarrollar la principal reserva de hidrocarburos no convencionales de Neuquén (suroeste), Vaca Muerta. Fernández también puede destacar como logro en su administración la legalización del aborto gratuito, reclamado por varios sectores sociales.

Pero el desmembramiento de la coalición gobernante, el Frente de Todos (centroizquierda), terminó por cristalizarse en marzo de 2022, cuando los diputados afines a Cristina Fernández rechazaron el acuerdo promovido por el entonces ministro de Economía, Martín Guzmán, para reestructurar el préstamo heredado del FMI.

“La indisciplina de la vicepresidenta y la ausencia absoluta de personalidad y rumbo propio del presidente”, en palabras de Talavera, siguieron por inercia en la constatación de que “el orden político precede al económico y nunca al revés”.

No tardó en llegar la intempestiva renuncia en 2022 del ministro de Economía, Martín Guzmán, quien se había sentido desairado por la vicepresidenta, ni la corrida cambiaria que hizo zozobrar al país hasta que el tercer socio de la coalición de los Fernández, Sergio Massa, aceptó la oferta del mandatario de asumir la cartera económica e incluso tener bajo su órbita otros ministerios, acercándose así notoriamente a la silla presidencial.

Entonces “Massa desplazó de facto al presidente y terminó de destruir su autoridad para salvar al peronismo de un colapso gubernamental, primero, y electoral, después”, desentraña Talavera.

Con esos antecedentes, Fernández terminó por representar “la profundización del deterioro de la autoridad presidencial” que, a juicio del politólogo, comenzó tras las elecciones primarias de 2013, con una Cristina Fernández afectada por el síndrome del “pato cojo”, por la fragilidad de quien atraviesa la recta final de su mandato sin posibilidad de reelección, y que continuó con la debilidad de Macri que a posteriori profundizaría Fernández. “La crisis argentina es, antes que muchas cosas, una crisis de autoridad presidencial”, asume.

Sin apenas autocríticas y sin reconocer ninguna conexión entre el legado de su mandato y la tajante respuesta que en las urnas aupó en el poder al excéntrico ultraderechista Javier Milei, que asumirá este domingo como su sucesor y que amenaza con dar vueltas a todos los consensos democráticos que alcanzó el país en las últimas décadas, Alberto Fernández presumía, en estas últimas horas, de su honradez y de abandonar el Gobierno con el mismo patrimonio personal.

A su pesar, no por eso pasará a la historia.

(Sputnik)