El Mañana (reflexiones de José Luis Rondán)

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El mañana, palabra mágica si las hay, encriptada, secreta, misteriosa y aunque cotidiana, desconocida. Es el mañana un viejo, un ancestral arcón donde se guardan los secretos que nadie ha podido desentrañar; antiquísimo cofre codiciado tanto por los poderosos como por los débiles, tanto por reyes como por vasallos.
Misterioso portal entreabierto El Mañana, sin cerraduras ni pestillos, hacia el cual mira permanentemente el oráculo para dar satisfacción a su Señor, so pena de ver rodar su cabeza, inventando historias acerca de lo que ocurrirá tras él, aventurando a expresar lo que tras esas paredes gruesas, inexpugnables de lo por venir, habrá de suceder cuando la hora sea la acordada.
El Mañana está allí, a la vuelta de la esquina, a dos pasos de camino, al alcance de la mano, pero sabiéndose esquivo, volátil, de movimientos ligeros, nos espera, nos aguarda y cuando casi llegamos a tocarlo, a hacernos con él, con su arcana esencia, El Presente, su permanente compañero, se interpone recordándonos que él es el ahora, que El Mañana llegará cuando deba llegar, pero no en este instante, sino mañana, mañana… debiéndonos resignarnos a la espera.
Cuando el ser humano logra ordenar sus ideas y aquietando el espíritu ordena hoy, acá y ahora su mochila de esforzado peregrino, El Mañana se sosiega con él, lo observa, le acompaña, no molesta y sólo se prepara para el mejor encuentro, para el otro día, para la siguiente parada, aunque El Presente esté allí, siempre junto al caminante, fiero guardián, a veces egoísta, a veces preocupado, pero siempre diligente, procurando que El Mañana jamás pierda sentido, inmaculado, que no levante a cualquiera el velo de misterios, su mayor característica, y por ello distrae, molesta, retrasa, confunde y obliga al mortal a vivirlo a él, al Presente tal cual es, obligando a que El Mañana espere como a esperado desde siempre, desde la primera hora, desde la génesis misma del Universo que habitamos.
Cuando el hombre sabe esto, cuando toma conciencia de los tiempos y ni se apura ni retrasa, sólo vive el tramo de Presente que ese preciso instante le ha tocado, trata de no perderse nada, de no lamentar nada, de no dejar nada por el camino, ya que El Pasado, cual lobo solitario le sigue los pasos a cada caminante, haciéndose con lo que éste deja caer deliberadamente o por descuido, y si uno pretende regresar, él huye, y quizás desde una alta peña, le muestre lo robado, lo encontrado, lo que ha caído y riendo diga, esto es mío, podrás verlo cuando yo quiera, más no tocarlo y menos, volver a poseerlo.
Así la vida. La humana existencia, donde el carácter de los tiempos nos rige, nos obliga, nos tutela, nos da rienda para el brío o con ella misma nos ahorca.
Cuando aun viendo el portal de los misterios del Mañana, como si nos llamara, mantenemos la paz, controlamos las ansias por saber que hay detrás, eso nos mantendrá enteros, aplomados, concentrados en la construcción del Presente, evitándonos angustias, desarmonías y esfuerzos innecesarios por alcanzar aquello que de merecerlo, por si solo vendrá a nosotros.
Cuando una voz misteriosa nos convoque obligándonos casi a desatender nuestro camino actual para conocer antes de llegar, lo que esconde la roca o el árbol tras el recodo, no olvidemos que es tan solo una quimera, pues El Mañana es libre y podrá si así lo quiere, mostrarse un poco, más no todo, y ello generará en nosotros desasosiego por saber lo que vendrá, olvidando por momentos lo que debemos hacer en realidad, llevándonos a perder preciosos instantes Presentes, actuales, que de desecharlos irán a parar al Pasado, ese viejo lobo estepario que nos pisa los talones y nos recuerda a cada instante entre gruñido y gruñido, todo el tiempo que hemos perdido y como desperdiciamos los giros del reloj alimentándolo con cosas que pudieron haber sido buenas, aunque jamás lo sabremos.
Hermanos de la vida, amigos míos, vayamos hoy mismo hasta la casa del amigo que creíamos perdido, miremos a los ojos de nuestros compañeros de ruta, aferrémonos a las manos de aquellos que estando cerca ignoramos deliberadamente, compartamos ya mismo una buena copa de vino, mandemos con cariño nuestro mejor e-mail, ofrezcamos nuestros brazos para construir el mejor abrazo, digamos ahora mismo lo que hace tiempo teníamos postergado, revivíamos la mejor caricia, el más tierno de los besos; desempolvemos las palabras perdón, te amo, paz, amigo…
Evitemos alimentar al lobo del Pasado con las cosas que debieron hacernos crecer desde el Presente y que por no animarnos, por hacer las cosas mal, terminaron en sus fauces, trituradas, desperdigadas y sin posibilidad de ser recuperadas.
El Presente permite que lo toquemos, que lo miremos frente a frente, que hablemos con él, pero sólo un instante, un efímero momento donde está para dejar de ser, para marcharse a alimentar segundo a segundo, por el solo hecho de ser Presente, al Lobo del Pasado que recostado a nuestra sombra busca abrigo, así como sustento.
El Hoy y el Ahora, el Pasado y el Ayer, construcciones de la vida y de la muerte, del todo y de la nada, que dan estructura y consistencia a la existencia de todo lo conocido, de todo lo que nos llena y de todo lo que nos falta. Construcciones de la mente que nos posiciona en los tiempos para recorrer la senda de la vida, marcando la partida, el periplo, así como la hora de llegada.
Pero de todos los tiempos, El Mañana, tan cercano y distante, intocable, grandioso, omnipresente en toda su esencia, portador de las esperanzas, de las ilusiones, del remedio a las frustraciones; Luz para el caminante extraviado, promesa de abrigo, probable puerto seguro. Buscar ese futuro vale la pena para sentirnos vivos, pero para ello, la mejor escalera para intentar acceder a la alta cumbre donde dicen se esconde, es vivir con amor, con luz propia y en armonía al Presente que nos guía, nos sustenta, nos moldea y nos da nuestra razón de ser.
José Luis Rondán
Taller de Arte “La Guarida” del artista plástico José L. Rondán
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