La Educación en Uruguay: Hablemos en serio

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Dr. Alejandro Lafluf

Empecemos por algo básico….                
Si el Crecimiento económico depende de la Inversión, el Desarrollo social depende de la Igualdad. La desigualdad se corrige con políticas públicas eficientes y de calidad. Y no debe existir política pública más importante – por su trascendencia y su impacto – que la Educación.  Sin Educación universal y de calidad no hay (no puede haber) Desarrollo y sin Desarrollo se compromete incluso el propio Crecimiento porque no habrá forma de aprovechar las oportunidades que ese Crecimiento genera.
Veamos ahora el Estado de Situación…
La situación de la Educación en Uruguay es preocupante. Tenemos problemas por todas partes. Tenemos carencia de infraestructura física y virtual (problemas edilicios y déficit tecnológico). Tenemos problemas de dirección política – proyecto educativo -. Tenemos problemas con la formación docente (institutos). Tenemos problemas con la ejecución de recursos (compromisos de gestión). Tenemos problemas con el rol de las escuelas y liceos (muchos se han convertido en “comedores” o “guarderías”). Tenemos programas desactualizados. Tenemos problemas de corporativismo sindical. Tenemos problemas de dirección y gestión – los centros no cuentan con recursos propios y carecen de autonomía y dependen absolutamente de la autoridad central -. Tenemos problemas económicos vinculados a salarios muy bajos. Tenemos maestros y profesores desbordados por la problemática social (crisis de valores, violencia, disciplina) con el agravante de que esos mismos profesores – a los efectos de compensar lo económico – están a cargo de muchos grupos grandes,  lo que los deja, prácticamente sin tiempo para atender situaciones en forma personalizada. Como dice Filgueira “Tenemos alumnos del Siglo XXI, profesores del Siglo XX y programas del Siglo XIX”  – quizás también deberíamos agregar que tenemos “una mentalidad corporativa del Siglo XV” -.
Cuáles son las consecuencias de esta situación…
Todos estos problemas ocasionan consecuencias graves. La primera es el bajo rendimiento de los alumnos. Los resultados de las prueba PISA son una prueba incontestable en ese sentido. La situación es alarmante: 8 de cada 10 alumnos carece de las aptitudes mínimas. La segunda es la repetición y el fenómeno conocido como “extra-edad: 1 de cada 3 repite primer año de Liceo y el índice aumenta a 1 de cada 2 en la capital. La tercera es la deserción. Los alumnos son expulsados del Sistema. En Uruguay el 30% de los jóvenes no termina el ciclo básico de Secundaria y el 60% no consigue completar el ciclo superior. Si observamos los sectores más pobres la situación se torna escandalosa: el 62% no puede completar el primer ciclo de Secundaria.
De qué modo se puede solucionar esto…
La solución pasa por dar respuesta a los problemas. No hay que ser un experto para advertir que necesitamos elaborar un proyecto educativo integral y contar con la voluntad y la dirección política para implementarlo, mejorar la ejecución de los recursos asignados, diseñar programas actualizados y modernos, crear un marco curricular común que permita definir objetivos, competencias y perfiles de egreso, organizar mecanismos de evaluación independiente, mejorar los salarios, reducir los grupos a cargo para permitir un trato personalizado para alumnos de contextos críticos (vulnerabilidad económica, desintegración familiar o violencia doméstica), corregir la segmentación social – en especial la brecha entre primaria y secundaria -, profundizar la formación docente (Universidad de la Educación), trabajar sobre la repetición y la deserción para mejorar el rendimiento y los perfiles de egreso,  entender que es en el salón de clase el espacio y el momento donde se juega (o mejor, se decide) la inclusión – por tanto si bien el alumno es el centro, el docente es la clave -, aceptar la idea de que todos tienen derecho a aprender pero que  cada niño aprende de modo único, que la automatización puede eliminar o sustituir contenidos pero que lo que se genera a partir de esos contenidos no se va a automatizar nunca, romper con el modelo fabril de organización – donde los alumnos reciben pasivamente los contenidos de una clase magistral permitiendo mayor interacción, habilitando instancias plenarias en clase (pequeños grupos) y hasta individuales, universalizar y ampliar aún más la educación preescolar (3 años), crear más escuelas de tiempo completo, construir escuelas y liceos que cuenten con una infraestructura física y tecnológica adecuada y garantizar un espacio de autonomía a los centros educativos.
Ahora bien…Por qué el Gobierno no puede resolver el problema.
El Gobierno no puede resolver el problema porque las bases ideológicas, que informan las decisiones de gestión, se lo impiden. Me explico: la educación es una cuestión pública que afecta el interés general, ergo, es una cuestión política. La política como decía Isaiah Berlin consiste en “elegir entre bienes igualmente valiosos para los cuales la Ciencia no nos ha dado un criterio de jerarquía” entonces la elección (es decir, las decisiones) en política responden a valores y bases ideológicas. Y precisamente, en el caso del Gobierno, son esas bases ideológicas   – que informan y justifican las decisiones de gestión – las que le impiden resolver el problema.
Voy a tratar de ser breve y claro. Veamos cada una de ellas. La primera es el Corporativismo. El Corporativismo es un resabio ideológico de la Izquierda y tiene fundamentalmente dos raíces: la primera viene de Marx y la segunda de Lenin. Marx identificó el interés general con el interés del Proletariado. De este modo, la izquierda (hasta hoy) realmente cree que en el corporativismo sindical habita el espíritu del Proletariado, que éste representa el interés general y por tanto que sus intereses son los intereses de todos. La segunda raíz viene de Lenin. Lenin, corrigiendo a Marx, señaló que el proletariado no podía adquirir por sí mismo conciencia de clase. De este modo para que la acción del Proletariado fuera eficaz, éste debía ser conducido por  la élite del proletariado. Para Lenin, entonces, el pueblo no sabe lo que le conviene, por eso necesita de un grupo (la cúpula sindical) que lo lidere e ilumine. Ese grupo es el que comandará y el que le dirá a los trabajadores “No nos digas lo que quieren, porque nosotros sabemos lo que necesitan”. Este pensamiento vertical, orgánico y elitista, contaminará a la Izquierda para siempre.
El Corporativismo conduce a un sistema cerrado y centralista lo que a su vez deriva en un sistema auto-referente. El corporativismo se adueña del Sistema educativo y elabora los medios y los fines. De ese modo es imposible que el Gobierno pueda elaborar un proyecto educativo integral (fines) y pueda implementarlo (medios). Sencillamente no puede hacerlo. El corporativismo se da de bruces con la conducción política del Sistema lo que explica que el Ministerio de Educación y Cultura haya quedado vaciado de poder y prácticamente no pueda jugar ningún rol decisivo. El corporativismo impide crear instituciones que escapen a su control y conducción lo que explica el fracaso de la Universidad de la Educación (elemento clave para la formación docente). Como el Sistema es cerrado y centralista la autonomía de  los centros educativos (elemento imprescindible para mejorar la gestión del sistema) es imposible. El corporativismo impide la descentralización y sin descentralización es imposible empoderar a los centros educativos.  Un Sistema cerrado y centralista se vuelve un sistema auto-referente que por lo mismo se auto-evalúa, lo que impide que existan agencias externas que auditen y evalúen el sistema de forma independiente. Por si esto fuera poco el sistema evalúa mal apelando a métodos anacrónicos como la Inspección. Sigamos.
La segunda es la Condición materialista. La condición materialista impide a la izquierda reparar en la calidad de las políticas públicas, y esto, además de una debilidad, es un problema, porque en la calidad de las políticas públicas se juega buena parte de su legitimidad. Me explico: El materialismo marxista ha dejado huella en la izquierda. Ese materialismo constituye un resabio ideológico que se manifiesta en la exclusiva consideración por los aspectos materiales y en una total desconsideración por la calidad de la cosas. El materialismo determina que el gobierno se interese por la distribución pero no por la calidad de esa distribución. Le importa que la Educación llegue a todos pero no le interesa demasiado si esa Educación es de calidad. Así, la izquierda aumentará la asignación presupuestal pero luego se desentenderá de su ejecución y no controlará ni evaluará los resultados de ese aumento de asignación, todo lo cual conduce a una “Inversión sin Transformación”. La condición materialista de la izquierda le impide apreciar la calidad de las cosas que hace. Como la calidad no importa, el Gasto no puede traducirse en resultados y el aumento de asignación termina financiando la burocracia del Sistema y la repetición de los alumnos.
La tercera es la Estigmatización. La noción de Igualdad que defiende la izquierda le impide discriminar. Lo que ocurre es que la no discriminación le impide reconocer problemas y actuar eficazmente sobre ellos. La izquierda pretende que todos los niños por igual accedan a la educación secundaria. De ese modo cuando llegan a sexto de escuela – para no discriminar – permitirá que todos “pasen” al Liceo. Lo que se conoce como “pase social”. Lo mismo ocurre a nivel de Centros Educativos. El Gobierno no acepta evaluaciones por institución para evitar la estigmatización. De ese modo es imposible conocer el estado de situación y actuar e invertir más en aquellos centros que exhiben mayores dificultades. El lector advertirá que la intención de no estigmatizar conspira finalmente contra la posibilidad de identificar los problemas y actuar sobre ellos.
En breve ¿cómo vamos a reducir la brecha entre primaria y secundaria si, a un mismo tiempo, defendemos el “pase social” e impedimos las evaluaciones individuales por centro? ¿Cómo vamos a organizar un marco curricular común que unifique el sistema si a un mismo tiempo el Gobierno no cree en las capacidades y competencias sino en los contenidos, en las asignaturas, en las clases magistrales, en la rigidez curricular y en la antigüedad como único criterio rector? ¿Cómo vamos a corregir la segmentación social si a un mismo tiempo permitimos un sistema de elección de horas donde los profesores más preparados y mejor pagos  – efectivos y grados 7  – eligen las zonas más favorecidas y los profesores más jóvenes y peor pagos – interinos y grados 1  – no pueden sino elegir las zonas más vulnerables? ¿Cómo vamos a construir más escuelas de tiempo completo si el Gobierno  nos dice que las Escuelas de jornada extendida – esas donde los maestros se pueden ir y los alumnos se pueden quedar – son lo mismo? ¿Cómo vamos a poner al alumno en el centro si somos incapaces de garantizar 200 días de clase y autorizamos paros hasta por las razones más banales? En otras palabras ¿Cómo vamos a poner al alumno en el centro si a un mismo tiempo defendemos un paradigma de salón de clase organizado como una fábrica donde el profesor dicta sus clases magistrales y los alumnos absorben pasivamente y en silencio contenidos rígidos, en forma ritual y prescriptiva? ¿Cómo siquiera es posible poner el énfasis en el aprendizaje si el Gobierno está interesado exclusivamente por la asistencia? ¿Qué se puede decir de un sistema que se mueve con una “inercia decadente” (al decir de Mieres), de un sistema estancado, que perpetúa la desigualdad porque ni siquiera se atreve a medirla, que expulsa a sus alumnos y los acusa de desertar, que no forma a sus docentes? ¿Qué decir de un sistema que no se interesa ni por el Hardware (infraestructura) ni por el software, de un sistema corporativo, cerrado, centralista, que no planifica ni rinde cuentas?.
En Conclusión: Estamos en problemas. Tenemos el desarrollo y el futuro hipotecado. Tenemos un Sistema educativo que no educa. Que no prepara a nuestros jóvenes para enfrentar los desafíos de la vida. El problema sin embargo, reitero, no es técnico sino político. La Educación es un problema que afecta el interés general y por lo tanto es un problema que debe encararse y resolverse políticamente. Pero la actitud política tiene que ser otra, tiene que ser una que desmonte y desactive los paradigmas (bases ideológicas) que impiden, precisamente, encaminar la solución. En breve: Si no avanzamos hacia un cambio político, no hay forma de mejorar la Educación.
Dr. Alejandro Lafluf
Abogado y Máster en políticas públicas (FIIAPP) y
Tributación (UM)