Nicolás Maduro, juega, se ríe, promete dialogar para llegar a acuerdos, pero la realidad es otra; no le interesa celebrar elecciones libres y democráticas y con observadores internacionales confiables e insiste en poner de garantes a personajes impresentables ante la opinión pública mundial, como el desprestigiado expresidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, considerado por sus actos, como un fiel operador obsecuente del régimen chavista.
Maduro ha puesto tres requisitos para sentarse a dialogar: el levantamiento inmediato de todas las sanciones y de las medidas coercitivas unilaterales impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea (UE) contra su régimen (y avaladas por la oposición), el reconocimiento pleno internacional de la Asamblea Nacional, el Parlamento conformado en elecciones fraudulentas y la devolución de las cuentas bancarias a las instituciones y de los activos del Estado.
Lo concreto es que nadie puede confiar en las promesas de Maduro, porque si se le concedieran esos requisitos, él no cumplirá su parte de los acuerdos, como ya lo ha hecho en otros intentos de diálogo.
Él es un dictador, no le interesa participar de elecciones libres, justas y democráticas verificadas, porque sabe que nunca ganará en comicios limpios.
Por su parte, Guaidó exigió la convocatoria a elecciones presidenciales y pidió que se permita la entrada masiva de ayuda humanitaria y vacunas contra el covid-19, así como la liberación de todos los “políticos presos”.
Maduro juega, mientras junto a sus laderos sigue hostigando al pueblo venezolano y continúa la farsa.