‘Patria’, la espía soviética en Uruguay, llega a plataformas internacionales

La agente española, nacionalizada soviética, llegó a Uruguay en 1948 tras casarse con nada menos que Felisberto Hernández, pianista, compositor y uno de los escritores más importantes de la nación sudamericana. Así rápidamente se introdujo en los círculos culturales y políticos de la época

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© Foto : Servicio de prensa del Servicio de Inteligencia Exterior de Rusia

Informe de la agencia Sputnik –

MONTEVIDEO (Sputnik) — Para sus vecinos en la vibrante Ciudad Vieja montevideana no había nada anormal. Era una respetable española que trabajaba como modista de alta costura y vendiendo antigüedades, y que se codeaba con la clase alta y la cultura. Salvo por un detalle. Tenía la inusual práctica de, cada tanto, recorrer cementerios.

Es cierto, podría ser solo un hábito para una persona taciturna y melancólica, pero el motivo real era mucho más práctico, y todavía más inimaginable. África de las Heras, cuyo nombre clave era Patria, allí obtenía documentación de niños fallecidos con los que les daría identidad a agentes de la KGB que llegarían a tierras sudamericanas y a los que ella tenía que preparar.

La “modista” fue una pieza clave en la red de inteligencia soviética en América del Sur entre las décadas de 1940 y 1960, y su historia está contada en el documental Nuestra África en América Latina y que fue presentada en Rusia y Uruguay y que ahora llega a las plataformas internacionales.

Gracias a Patria, muchos espías soviéticos viajaron por el mundo en la Guerra Fría con documentos de Uruguay, contó a Sputnik el escritor y periodista uruguayo Raúl Vallarino, autor de la novela histórica Mi nombre es Patria, obra en la que se basa este documental.

“Uruguay actuaba como centro de distribución. Todo espía que llegaba a América del Sur tenía que pasar primero por Montevideo para recibir instrucciones y sacarse el documento”, explicó Vallarino. Y allí, en la puerta, los recibía Patria.

Coproducción de Uruguay y Rusia

La sobrina nieta de Patria en un cementerio del interior de Uruguay, donde la espía obtenía nombres de fallecidos para otorgarle a los agentes soviéticos una identidad uruguaya y que pudieran viajar por América del Sur
© Foto : Gentileza Raúl Vallarino

El documental, realizado con un equipo de técnicos uruguayos y de la televisión rusa, y con el apoyo del Instituto Bering-Bellingshausen para las Américas, recorre los lugares de Moscú y Montevideo donde Patria nació y vivió. “Yo creo que es un documental muy completo y que va a impactar”, afirmó Vallarino.

El filme cuenta con testimonios de agentes que fueron alumnos de Patria cuando ella, ya en Moscú, se desempeñó como instructora en la escuela de espionaje de la Unión Soviética.

El documental cuenta también con la participación de la sobrina nieta de la espía, María de las Heras, quien viajó expresamente a Montevideo para el rodaje, contó Vallarino a Sputnik. En la película, ella mantiene un diálogo con uno de los viejos amigos de su tía abuela.

De película

Rodaje del documental en Montevideo – © Foto : Gentileza Raúl Vallarino

No hay aspecto de la vida de Patria que no iguale o supere a cualquier película de ficción sobre espionaje en la Guerra Fría.

Tras haber militado en el Partido Comunista de España, fue reclutada y enviada en Moscú para ser entrenada como agente de los servicios de inteligencia de la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

La agente española, nacionalizada soviética, llegó a Uruguay en 1948 tras casarse con nada menos que Felisberto Hernández, pianista, compositor y uno de los escritores más importantes de la nación sudamericana. Así rápidamente se introdujo en los círculos culturales y políticos de la época, aunque nunca usó su posición para afectar a Uruguay, aclara Vallarino.

Además de dedicarse a la alta costura tuvo una casa de antigüedades y, tras divorciarse de Hernández, se casó con el italiano Valentín Marchetti —cuyo verdadero nombre era Giovanni Bertoni—, también espía del KGB.

Patria fue condecorada ocho veces por el KGB, y recibió el grado de coronel por sus servicios. Fue sepultada en Moscú, donde el Gobierno ruso erigió un monolito en su honor sobre la tumba de la espía.