Cerrando círculos (reflexiones de José Luis Rondán)

0
167

José Luis Rondán
José Luis Rondán
El círculo es una figura geométrica que habita en nuestras vidas como parte trascendental de la misma, se aloja sin permiso y sin que nos percatemos de ello, conviviendo en cada cosa que hacemos o decimos. Todas las civilizaciones que han habitado este planeta y las que habrán de hacerlo en el futuro, han reverenciado y reverenciarán la aparente eternidad de nuestro astro rey, el sol, del cual se toma su figura circular como representativa de lo perfecto, de lo absoluto, de lo espiritual, de lo dinámico, contrapuesto al cuadrado, símbolo de lo terrenal, de lo material y estático.
Refiriéndonos al sol como circulo supremo, diremos de él que es el inequívoco y sempiterno testigo de todas nuestras aventuras terrenales; dios todopoderoso en la génesis de las civilizaciones, dador de vida, y de muerte, y por la necesidad visceral de la trascendencia, del elevar constantemente la mirada al firmamento, buscando, pidiendo, interrogando acerca de nuestra existencia, de nuestra creación y motivo de estancia en éste, nuestro planeta azul.
En los primeros tiempos en forma bastante acotada, donde la incipiente ciencia y la imaginación intercambiaban planteamientos para explicar los misterios que se sucedían ante los ojos humanos, y hoy, gracias a los increíbles adelantos tecnológicos, mucho más profundamente, es que cada generación de hombres se ha inclinado a mostrarlo como un circulo, símbolo de la suprema perfección y representativo de la unidad de lo absoluto.
En Oriente los monjes transformaron el círculo sacro, en mandalas, círculos de meditación en cuyo interior surgen y derivan infinidad de figuras simétricas, las que facilitan el acto de dicha actividad, idónea para la sublimación espiritual y paz interior.
Para otras civilizaciones, como la de los indígenas norteamericanos por ejemplo, el círculo representa el ciclo temporal, el paso de los días, de las estaciones, los años y de hecho, cuando arman sus fuegos rituálicos danzan entorno a él, reverenciando lo que dicho circulo representa para ellos. Tales prácticas obviamente, no es privativa de dichos pueblos, ya que prácticamente todos los hombres a lo largo de la historia, han encendido hogueras para entibiar sus cuerpos, preparar los alimentos, realizar ofrendas y dejarse llevar por la magia de las llamas danzantes, entonando cantos o mantras a ese dios poderoso que el circulo encierra, pero no para aprisionar, sino para reconocerlo adecuadamente, dándole su justo sitio, el del centro del universo; un pedazo del padre sol en la tierra.
Entre los celtas el círculo era reverenciado como un templo a cielo abierto, poseedor de virtudes mágicas y representante de un perímetro infranqueable. Recordemos que los druidas realizaban complejos rituales para la consagración y apertura del circulo sagrado, sitio impoluto donde podían recogerse en forma segura, a meditar, a conversar con sus ancestros, a consultar a sus deidades, a conocer la voluntad de Lugh, el dios sol, y que sólo quien o quienes lo había creado podía acceder a él, ya que eran los únicos que conocían su entrada.
En el Islam, el círculo reúne en sí mismo, el concepto de la máxima perfección; entre los antiguos egipcios el círculo corona muchas veces, y así podemos apreciarlo en los incontables muros pletóricos de jeroglíficos, a los sacerdotes de rodillas, precedidos siempre por uno de ellos, quien en su cabeza luce uno, por lo general coloreado de blanco o dorado, manifestando su trascendencia, y de éste toma el cristianismo la forma de la hostia o la representación del espíritu santo sobre la cabeza de los santos de dicho credo.
Hay una figura mística muy utilizada por antiguas civilizaciones y que aparece en el arcano XXI del tarot, El Mundo, y es el Euroboros, consistente en una gran serpiente que conformando un círculo, se alimenta, o pretende hacerlo, mordiendo su propia cola, símbolo de la retroalimentación del conocimiento.
Transitando por pleno siglo XXI, creyéndonos superados en muchos aspectos de nuestras vidas, mirando tantas veces con cierto desdén a otras civilizaciones por creerlas inferiores, verlas primitivas, o por no comprenderlas del todo; desatendiendo o ignorando la constante presencia de este símbolo entre nosotros, nos olvidamos que hoy día, acá mismo y en este preciso instante, hay seguramente un grupo de hombres y mujeres modernos, reunidos en círculo para orar, para tomarse de las manos o formar una cadena como símbolo vivo, buscando darse fuerzas, trasmitirse energías, ayudarse espiritualmente para enfrentar diversos desafíos por venir; reunidos en un apretado círculo de vida para compartir una mesa, intercambiar opiniones, compartir un café, un mate, un almuerzo, para lamentar o celebrar, o simplemente, mirarse a los ojos, para decirse sin palabras, cosas que únicamente el alma comprenderá.
El círculo debe siempre estar cerrado para considerarse tal y así como en la simbología, en la vida, el hombre debe tratar de finalizar lo que ha empezado, evitando lamentarlo más adelante. Cada cosa que uno empieza debe cerrarla adecuadamente, al igual que al círculo sagrado, propiciando de esta manera el correcto fluir de las energías que en mayor o menor cantidad, fluyen necesariamente por cada cosa que como seres vivos emprendemos.
Todos nuestros actos en la vida, conllevan una consecuencia, y es por ello que debemos evitar dentro de nuestras posibilidades, todos aquellos que nos perjudiquen, que nos hagan daño innecesariamente, que nos induzcan a la alienación y por ende, hiriendo, muchas veces de muerte, a quienes marchan a nuestra vera; en tal sentido es que cuando hacemos algo que nos reportará beneficios, que nos traerá paz y armonía, debemos hacerlo con todo el amor, con todo el compromiso, con toda la dedicación que nos sea posible a fin de poder cerrarlo en el círculo sagrado, en nuestro círculo sagrado interior, de la mejor manera posible, ya que ello dará también, felicidad y energías a quien va a nuestro lado.
El hombre inicia tareas propias de la vida, como el trabajo, una amistad, el amor, una pérdida irreparable, y las transita por el tiempo que crea necesario, hasta que logra restañar sus heridas, o por el lapso que le sea permitido, hasta que llega el momento en que esa misma vida le reclama la finalización, el cierre, la caída del telón, y es para ello que debemos prepararnos, aunque creo que nunca lo logramos del todo, a fin de no sentirnos frustrados, de no caer en el abatimiento, pudiendo como sacerdotes de nuestro propio templo, cerrar ese círculo abierto tiempo atrás, adecuadamente, en armonía y cubiertos por la paz que únicamente el sentimiento de una tarea correctamente cumplida, nos permite.
La vida es nada más ni nada menos que una hermosa aventura, un sinuoso sendero a recorrer, es aquello que nos pasa mientras pensamos que hacer con ella, según dicen algunos, y es por estas circunstancias que en forma permanente estamos abriendo y cerrando círculos, estamos conformando espacios, unas veces interesantes y otras no tanto, para ir transformando nuestro ser y el entorno por donde pasamos; eso es la vida, ni más ni menos. La vida consiste en las energías puestas al servicio de la obra para el trazado, para la geometría, para la apertura de círculos, delineados y cerrados adecuadamente, una y otra vez, evitando la conformación de laberintos intransitables que sólo nos lleven a la confusión.
Simplemente deseo expresar la alegría inmensa que siento, por haber podido a esta altura de mi existencia, haber abierto muchos hermosos círculos de fuerza; círculos amplios y poderosos que estoy seguro persistirán por mucho tiempo entre aquellos que de una u otra manera se han visto involucrados en ellos, mi familia, mis amigos, reconociendo además, a aquellos trazadores que amorosamente me han involucrado en los suyos. Tengamos presente que para cada círculo que por voluntad propia o en contra de ella, se está cerrando, hay un lápiz y un papel en blanco, hay piedras y praderas, hay pisos y columnas, dispuestos a recibir al hombre inquieto, lleno de vida, que decida iniciar uno nuevo, cargándolo de esperanzas y de ilusiones y poniendo todas sus fuerzas en el empeño, pues en definitiva de eso se trata la vida.
José Luis Rondán
Taller de Arte “La Guarida” del artista plástico José L. Rondán
Fundado en 1981 – Ramón Masini 2956/002 – Pocitos- Montevideo, Uruguay
Tel. (598) 2708 4339 / E-mail: eltaller77@hotmail.com